Error capital sobre el fujimorismo

Hoy todos los sociólogos y politólogos empiezan a convertirse en “fujimorólogos” y, poco a poco, parece que conocerán una realidad que se negaban a contemplar por el terrible velo que extendía sobre los hechos la polaridad fujimorismo versus antifujimorismo. La cosa ha sido tan grave que incluso a los intelectuales y medios que pretendían tener más cables con la realidad se les acusaba de fujimoristas.  Al columnista de este portal, Hugo Neira, se le pretendió calificar de “fujimorista” por sus típicas reflexiones de librepensador y a la posición equidistante de El Montonero se le señaló como vocero no oficial de “un fujimorismo sensato”.

Pero, ¿cuáles son los principales yerros acerca del fujimorismo? Quizá el más terrible haya sido el creer que Fuerza Popular es la simple herencia política de Alberto Fujimori Fujimori (AFF). A medida que pasen los días veremos las limitaciones de AFF para controlar el movimiento naranja. Es más, la tendencia será a que el albertismo se adelgace, incluso en el Congreso. Este yerro en el análisis no es cualquier cosa, porque podría determinar el fracaso o no de la actual experiencia democrática. Si hubiese habido una lectura diferente, el pepekausismo habría apostado contra viento y marea a un nivel de acuerdo con Fuerza Popular y, sobre todo, habría utilizado el indulto como un arma para un pacto político a la española.

La ausencia de una lectura adecuada de la realidad fujimorista llevó al Ejecutivo y a Fernando Zavala a asumir la estrategia caviar, que buscaba fracturar  a Fuerza Popular con indulto o sin indulto. Bueno, pues, esa estrategia ha triunfado, se ha producido una pequeña escisión en el fujimorismo, pero la gobernabilidad parece un mundo ancho, ajeno e inasible. ¿Por qué? Si bien todo indica que el fujimorismo no se confundirá con la izquierda antisistema que plantea una nueva vacancia presidencial,  es poco probable que el movimiento naranja se embarque en una colaboración estrecha con el pepekausismo. Mantener la distancia con respecto a Westfield y Odebrecht les parece más atractivo hacia el 2021.

Por todas estas consideraciones la gobernabilidad se dibuja como un signo de interrogación. Llegar al 2021 es una tarea de titanes, y llegar sin afectar los fundamentos institucionales y económicos del Perú revelaría que no solo hay titanes, sino también estadistas.

Sin embargo, ¿cómo es posible que se llegara a creer que Fuerza Popular solo era el simple legado de Alberto Fujimori? Si en los últimos quince años Keiko Fujimori ha liderado el fujimorismo, si ella ha participado en dos segundas vueltas y ha logrado que el movimiento naranja se transforme en una mayoría legislativa sin precedentes en democracia, ¿cómo se creyó que todo era obra del ex jefe de Estado, apresado, con la salud quebrada y asediado por los años? La única respuesta está en el antifujimorismo y en el clasismo de las élites, asumido por la mayoría de medios de comunicación.

Sostener que el movimiento naranja era un simple legado del patriarca encarcelado era una manera de sostener que Fuerza Popular no era un partido, ni siquiera uno en formación. Levantar a Kenji, el menor de los Fujimori, era señalar que todo se reduce a una dinastía y que todo dependía del papá.

Bueno, pues, el hecho de que AFF se vea obligado a tuitear revela que necesita hacer política, porque su política no parece pasar por Fuerza Popular. Y el hecho de que Fuerza Popular se desmarque de AFF y se comience a apagar el histrionismo de Kenji demostrará que en la mayoría legislativa existe mucho más que un legado personal.