La censura del ministro de Energía y Minas, Rómu...
¿Cual es el legado del ex ministro del Interior tras ocho meses y medio de gestión? Se fue del gobierno el general Daniel Urresti dejando tras de sí una herencia polémica que merece ser objeto de reflexión. Su mejor legado es el tesón y el entusiasmo que le puso a su gestión, supervisando in situ operaciones policiales contra la delincuencia y dirigiendo algunas capturas importantes, como la de Rodolfo Orellana. Se ganó así el reconocimiento de la ciudadanía. Lamentablemente, después borró esos méritos con el balance negativo de su gestión -no pudo contener el desborde del crimen- y sobre todo por su triste contribución al envilecimiento de la política con su campaña de agravios contra los líderes de la oposición. Si tuviéramos que elegir con cual de los dos Urresti nos quedamos, sin duda diríamos con el ministro empeñoso y proactivo del inicio. Y de ninguna manera con el ministro improvisado y carente de una estrategia integral para combatir la delincuencia, ni con el operador político sin escrúpulos que contamina con encono la atmósfera política en perjuicio de la gobernabilidad. Si optase por este perfil para su posible candidatura, iría por mal camino pues el país ya está enterado que los candidatos aventureros de discurso radical son un fiasco gobernando. El presidente Humala hizo bien en relevar a Urresti porque éste se había convertido en un personaje nefasto para la democracia. Reconoció su responsabilidad política en los hechos de Pichanaki, pero se negó a asumirla. La continuidad de Urresti era insostenible para el jefe de estado y para la Presidenta del Consejo de Ministros, Ana Jara, quien antes ya había sido desautorizada por el exministro, cuando ella le pidió que dejara de insultar por Twitter a la oposición. Gran parte del nuevo oxígeno que tiene ahora el gobierno para avanzar hacia el último tramo de su gestión se lo ha ganado sin duda por haber relevado a Urresti, cuya salida abre, además, una nueva oportunidad para que la señora Jara tienda puentes hacia la oposición responsable que, como era de esperarse, ha cancelado sus proyectos de censura del Gabinete tras los cambios realizados por el presidente Humala y la PCM. Respecto al balance final de la gestión de Urresti, creemos que es negativo porque no pudo frenar el avance de la delincuencia, en particular del crimen organizado y el arma predilecta de éste, el sicariato. Los ciudadanos nos sentimos hoy igual o más inseguros que antes que llegara el general relevado al Ministerio del Interior. Aunque sería injusto atribuirle a él todo el peso del fracaso, que le corresponde en buena medida a todo el gobierno y, muy en particular al presidente Ollanta Humala porque le prometió al país que le daría seguridad y no lo ha hecho. El fracaso se explica, como ya lo hemos dicho, en la ausencia de una política de estado de Seguridad Interior que enfrente los males estructurales que propician el avance del crimen: la corrupción policial, la corrupción judicial, la corrupción penitenciaria, la falta de prevención y la falta de control ciudadano sobre las autoridades encargadas de combatir la delincuencia. Esta política de estado es responsabilidad del presidente y su gobierno en pleno, no de Urresti. El ex ministro del Interior estaba condenado al fracaso desde el momento que asumió la guerra contra el crimen como un asunto meramente policial. Lo advertimos en su momento y los hechos nos han dado la razón. El nuevo ministro, Luis Pérez Guadalupe, ha comenzado bien su gestión al subrayar que siendo la inseguridad el principal problema de la sociedad, convocará a “las fuerzas políticas, los gobiernos locales e instituciones”, para trabajar juntos contra ese mal. Esperamos que no caiga en los errores de Urresti y le deseamos la mejor de las suertes para que su gestión en el Sector Interior sea mejor que la que realizó los últimos tres años y medio como jefe del INPE, donde, lamentablemente, los viejos males penitenciarios, sobre todo la corrupción, persisten iguales. 19 - Feb - 2015
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