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Sobre el cargamontón de cierta prensa contra Luis Castañeda Lossio
La campaña electoral en Lima viene convirtiéndose en uno de los procesos electorales más curiosos y extraños de los últimos tiempos. El candidato que habla menos con los medios tradicionales y se resiste a cruzar espadas con los demás postulantes, Luis Castañeda Lossio, encabeza las preferencias con cerca del 60% de la intención de voto mientras que Susana Villarán no llega a los 10 puntos. Sin embargo, en la última semana se desató una feroz guerra sucia contra el puntero de las encuestas y Castañeda salió a torear las embestidas.
La coalición de centro izquierda del Partido Nacionalista-Perú Posible-Ciudadanos por el Cambio y otros grupos marxistas que se han aglutinado detrás de la candidatura de Susana Villarán, demostró esta semana su potencia mediática. Una “investigación” de una revista escarbó en la historia reciente y encontró que un caso de la última década (Comunicore) no era un refrito sino que tenía un ingrediente más grave: narcotráfico. El golpe era demasiado forzado y extremo y, a todas luces, era evidente que iba a terminar de fortaleciendo a Castañeda. Sin embargo, el candidato puntero tuvo que responder sobre el asunto pese a que todas las instancias del Poder Judicial y el Tribunal Constitucional establecieron que Castañeda no tiene que ver con el tema.
La ofensiva izquierdista contra Castañeda quiso reavivar la vieja polarización –usada en todas las últimas campañas electorales- entre “decentes y corruptos”. Sin embargo la táctica fallaba en un problema insuperable: Nadie puede creer que Villarán encarne los fueros de la decencia después de los entripados de la Caja Metropolitana de Lima. Como el silencio del líder de Solidaridad podía ser contraproducente, habida cuenta de que no había participado en el último debate municipal, Castañeda aprovechó la guerra sucia en su contra para romper su silencio. Sin temor a equivocarse se puede sostener que el Mudo capeó el temporal y lo más probable es que preservará su apoyo popular.
El silencio y todas las singularidades de la presente campaña son de exclusiva responsabilidad de Villarán. La alcaldesa se convirtió en jefe de campaña de Castañeda cuando en los primeros dos años de su gestión quiso demonizar, destruir, la significativa obra –al margen de apoyos y rechazos- que el Mudo había realizado en los sectores populares. Muy pocas veces se había visto una gestión en el Estado que gastará tanto tiempo y recursos en desprestigiar al predecesor. Quizá la manera cómo se demonizó al fujimorismo sea un hecho comparable. El resultado fue un evidente tiro por la culata. La gente no necesitó de debates y campañas para comparar la gestión de Villarán con la de Castañeda y allí están los abrumadores resultados de las encuestas. Castañeda entró una elección donde la mayoría de la gente tenía el voto decidido e, inteligentemente, optó por el silencio y la distancia de los medios tradicionales, mientras priorizaba el contacto directo con los sectores populares y explotaba las redes sociales como nunca antes se había visto en alguna campaña electoral nacional. Sin embargo, a estas alturas, es evidente que el silencio mediático ya no basta.
El inicio de la guerra sucia nos revela que, más allá de las distancias casi siderales, los dos candidatos que se mantendrán frente a frente son Castañeda y Villarán. Es probable que la candidatura del Mudo se tiña de colores opositores y la de Villarán de tintes oficialistas. Castañeda lo dijo claro: la “sesuda investigación” proviene de una revista cuyo director es un hombre neto de Palacio. Tanto a Castañeda como a Villarán les conviene esa posible polarización. De lo contrario, podría suceder que Villarán se desinfle demasiado y Salvador Heresi logre representar el voto no Castañeda.
En un escenario de ese tipo se podría entrar a un nuevo partido. Heresi no tiene las resistencias de Villarán, pero para continuar avanzando tendría que rendir honores a Palacio y ponerse el polo oficialista. Así son las cosas en política, No obstante, es increíble cómo le sirvieron la mesa a Castañeda, quien se ha convertido en un comensal que hasta hoy hace lo justo y necesario para disfrutar del banquete.
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