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Las relaciones entre la propiedad y la democracia
Es extremadamente interesante la confrontación que se ha desatado en Venezuela entre el oficialismo y la oposición por la “Ley de Otorgamiento de Títulos de Propiedad a Beneficiarios de la Gran Misión Vivienda Venezuela”, que se aprobó en la Asamblea Nacional para convertir en propietarios a más de un millón de beneficiarios de la Gran Misión de Vivienda en Venezuela. El oficialismo chavista ha saltado hasta las alturas sosteniendo que semejante iniciativa “privatiza” las casas que le pertenecen a “todos los venezolanos” y debilita “la propiedad del estado”.
Con semejante ley a favor de los poseedores de las viviendas, en realidad, lo que se erosiona considerablemente son las posibilidades del autoritarismo chavista de continuar desarrollando sus políticas clientelistas para perpetuarse en el poder. A lo largo de la historia, la propiedad privada y la emergencia de una sociedad de propietarios siempre han sido las antesalas de la democracia y la libertad. No es extraño entonces que, desde el principio, el régimen chavista se propusiera eliminar los alquileres y la propiedad individual de las viviendas.
Una de las preguntas que siempre se han formulado los intelectuales en el Perú es el porqué las instituciones liberales y el sueño de la República que surgieron luego de la Independencia de la Metrópoli nunca prosperaron, nunca echaron raíces en suelo nacional. Un ensayo de respuesta podría relacionarse con la ausencia de una sociedad de propietarios.
Algunos suelen señalar a la República Aristocrática y la economía eficiente agroexportadora previa a Velasco como ejemplos del sueño republicano. Sin embargo la estabilidad institucional de la primera y la eficiencia económica de la segunda jamás representarán la idea de peruanidad porque, en ese entonces, las instituciones y la economía solo funcionaban para una minoritaria sociedad criolla que estaba rodeada, cercada, por una abrumadora mayoría andina sin derechos, sin voto ni propiedad.
Por eso la República Aristocrática fue un destello breve en medio de los caudillos militares y los golpes de estado que se tragaban a la democracia. En el siglo XX se solía hablar de un maleficio: diez años de democracia seguidos de otros diez de dictaduras.
Todo eso empezó a cambiar luego del final del Fujimorato. Los gobiernos de Alejandro Toledo, Alan García y Ollanta Humala mantuvieron una continuidad sorprendente y hoy avanzamos hacia la cuarta elección nacional sin interrupciones. Semejante estabilidad institucional no se podría entender al margen del crecimiento económico que redujo la pobreza del 60% a solo 22% y la impresionante ampliación del bienestar en general. Y junto la bonanza económica surgió una sociedad de propietarios gracias a las reformas legales que incluyeron a los excluidos.
Los invasores de los arenales de Lima de ayer hoy son los propietarios que engrosan una poderosa clase media y de donde surge el elector crítico que vigoriza el proceso democrático. Y la lección es clarísima: en el Perú no podía surgir una República sobre la base de la exclusión del mundo andino. Hoy el mercado ha fusionado la sociedad criolla con la andina y la riqueza ha comenzado a distribuirse al margen de tradiciones y orígenes, como sucede en cualquier sociedad abierta.
De alguna manera, pues, en el debate sobre la propiedad de las viviendas en Venezuela también se juega el sueño republicano y el futuro de la libertad de los venezolanos. De allí la reacción virulenta del chavismo y la firme decisión de la oposición de construir una sociedad de propietarios.
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