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Sobre la renuncia liberal a la hegemonía ideológica
En el Perú se suele decir que las elecciones se desarrollan por la izquierda y los gobiernos se ejercen por la derecha. A propósito de una columna en La República, de Mirko Lauer, en la que se mencionan las críticas de los políticos al empresariado, quizá valdría precisar que durante las elecciones se critica a los empresarios pese a que no se gobierna en contra de ellos. De alguna manera, Keiko Fujimori, PPK y Alan García ya se han deslizado por el golpe contra la empresa. ¿Cómo explicar semejantes tendencias en un país que ha reducido pobreza como nunca en su historia, principalmente, por el aporte de la inversión privada?
No obstante que en el país ha surgido un poderoso sector privado integrado por grandes corporaciones y millones de empresarios emergentes y miles de mercados populares, la cultura y la política siguen colonizadas por el pensamiento de izquierda, el colectivismo, y el humor anti empresarial. ¿Por qué? Es evidente que la idea de mercado en el siglo XX siempre estuvo asociada a privilegios, a familias y a empresarios amigos del poder. Es lo que, de alguna manera, se conoció como mercantilismo. En resumen, ciudades criollas con mayorías andinas excluidas del voto y la propiedad.
Sin embargo luego de las reformas económicas de los noventa que liquidaron el estado empresario, se desreguló la economía y nos embarcamos en las grandes tendencias del comercio internacional, todo lo cual redujo el espacio del mercantilismo. La libertad económica permitió que se desatara la competencia y la inversión de las grandes corporaciones se encontró con los emprendimientos de millones de empresarios en los mercados populares y, de alguna manera, se organizó la prosperidad que redujo pobreza del 60% de la población a solo 22% en los últimos 25 años.
No obstante, la izquierda continuó controlando la cultura, la ideología y la política, y allí está la explicación de los vientos izquierdistas que soplan en cada elección nacional. Si bien la zurda no tiene relevancia electoral alguna, el cuadro del disuelto comité central comunista de los ochenta se dedicó a multitud de ONGs y, de pronto, pese a la prosperidad, ya habían sido demonizados la inversión minera, el capital en recursos naturales, y el concepto de empresario,
El Perú avanza hacia el cuarto proceso electoral sin interrupciones en medio de una crisis general de los partidos y el descrédito de las instituciones. La única explicación sensata de la continuidad democrática está en la prosperidad que redujo la pobreza. No hay otra. Sin embargo, la izquierda sigue ganando la batalla ideológica y cultural.
Marx no se equivocaba cuando sostenía que la democracia es el régimen de la burguesía. No hay democracia y libertad en el planeta si es que el sector privado no es mayoritario y aplastante en una sociedad. ¿En dónde hay libertad con una economía colectivista y estatista?
Sin embargo el poderoso sector privado que ha surgido en el país ha renunciado a convertirse en la clase dirigente que fomente, promueva y aliente organizaciones de la sociedad civil que defiendan la libertad política y económica y enfrenten la ofensiva del colectivismo anti empresarial. Es decir, ha renunciado a la hegemonía ideológica como la mejor garantía de la libertad.
Ante el control ideológico y cultural del espacio público por parte de la izquierda no es temerario sostener que nuestra democracia y prosperidad son bobas, es decir, están condenadas a la permanente amenaza y chantaje de los colectivismos. Algo radical debe cambiar si es que pretendemos preservar la libertad.
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