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La administración Sagasti, sin una política pública para contener el avance de la pandemia –y padeciendo los desastres sanitarios y económicos dejados por la pasada administración Vizcarra–, ha decidido reeditar los errores que, en el 2020, convirtieron al Perú en uno de los países con la más alta letalidad del Covid por millón de habitantes y con una de las recesiones más devastadoras del planeta.
Más allá de cualquier eufemismo sobre evaluaciones regionales en el avance de la pandemia, lo cierto es que el Perú vuelve a la cuarentena medieval por falta de una política pública contra el Covid, y por la irresponsabilidad y frivolidad de la pasada administración Vizcarra que dilapidó los recursos fiscales sin haber equipado el sistema de salud. La falta de unidades UCI en una sociedad de ingreso medio que, a inicios del 2020, era toda una promesa para enfrentar la pandemia es la plena confirmación del desastre del anterior gobierno.
Para superar la idea de un confinamiento ciego la administración Sagasti debe convocar al empresariado nacional que, pese a las leyes anti inversión promovidas por los actuales Ejecutivo y Congreso, todavía maneja recursos y, sobre todo, gerencia. Allí están los 3,000 respiradores Vortan, aporte del sector privado, que llegarán en los próximos días y nos permitirán enfrentar con dignidad la pandemia.
Igualmente se debe convocar a las iglesias y a las entidades sociales para organizar y movilizar a la sociedad en contra de la pandemia. Es decir, la idea del enfoque comunitario que busca aislar y contener el virus en la sociedad, en los distritos, en los barrios, en las fábricas y los centros de trabajo, antes de que colapse el sistema de salud.
Sin embargo, para que el enfoque comunitario prospere, el sector Salud debe multiplicar al infinito las pruebas moleculares, identificar a los contagiados y sus contactos (a través de sistemas de geolocalización) y aislar los focos infecciosos, a través de cuarentenas distritales, barriales o sectoriales. Allí reside la importancia del giro en la estrategia sanitaria, junto al audaz equipamiento que implementa el sector privado con la adquisición de 3,000 respiradores Vortan en Nueva York (Estados Unidos).
Ignorar la urgencia del llamado enfoque comunitario es persistir en el confinamiento medieval; es decir, desarrollar el miedo irracional frente a un enemigo que no se puede enfrentar, excepto con la llegada de la vacuna contra el Covid, que todavía no está asegurada en el Perú en el presente año.
Si la administración Sagasti persiste en la estrategia del confinamiento ciego, ¿qué es lo que puede suceder? No se necesita ser adivino para advertir la posibilidad de un desborde social. La cuarentena medieval del 2020 fue posible porque no existía el déficit fiscal de cerca del 10% del PBI que nos dejó el pasado gobierno. Tampoco había un incremento de 10% de la población en situación de pobreza y, en general, los números de la economía y de pobreza no estaban en rojo.
Si luego de la tragedia que nos dejó la administración Vizcarra se calcula que la informalidad podría llegar al 70% de la población –es decir, que el 70% de los ciudadanos debe trabajar de sol a sol para llevar el diario a la casa–, ¿cómo así van a ser posibles 15 días de confinamiento ciego? Semejante fórmula solo puede ser viable en los distritos mesocráticos (desde San Miguel hasta Asia Sur), pero de ninguna manera en los conos de Lima y los cordones urbanos que rodean a las principales ciudades del país.
Si la gente debe decidir si se muere por el Covid o de hambre no se necesita tampoco ser un filósofo para entender por dónde se tomarán las decisiones. Todo suena a locura, a la irrealidad oenegera en que se construyen castillos en los que los propios autores de la ficción llegan a creer, como si fuese verdad.
Si la administración Sagasti no rectifica es probable que se avizore un desborde social de los nuevos hambrientos del Perú, cansados de la mediocridad de una izquierda que solo prioriza sus sinecuras ideológicas, sin importarle la situación de los sectores más golpeados. Y luego algunos seguirán agitando sus teorías conspirativas que nos señalan que todo se hizo adrede para postergar las elecciones y permanecer en el poder sin legitimidad constitucional.
Por todas estas consideraciones, la administración Sagasti debe rectificar cuanto antes.
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