El Perú, en términos institucionales y económicos...
El jueves pasado, de Semana Santa, el Ministerio de Trabajo (MTPE) reconoció la legalidad de una huelga de controladores aéreos y, de pronto, el Ejecutivo se convirtió en enemigo del Perú, de la industria del turismo y de los centenares de viajeros que tuvieron que enfrentar la zozobra. Una consecuencia de este despropósito, incuestionablemente, se expresará en las diversas denuncias de las cámaras de comercio afectadas en contra del MTPE y en contra de los funcionarios de Corpac. La Cámara de Comercio del Cusco ya anunció sendas denuncias por las pérdidas millonarias que ha causado la absurda e inexplicable medida del Ministerio de Trabajo y Promoción del Empleo.
¿Cómo entender tamaño error? La única explicación está en la ideología colectivista y comunista de la mayoría de nuevos funcionarios que han colonizado el Estado en el Gobierno de Pedro Castillo y Perú Libre. En cualquier caso, el Congreso debería reparar este absurdo con la inmediata interpelación a la titular del MTPE.
En la nueva ideología predominante en el Estado, el empresario es fuente de explotación. No es el hombre que trabaja de sol a sol para invertir sus ahorros, crear empleo y pagar los impuestos con que se pagan las consultorías del Gobierno. Tampoco es la fuente del 80% de los ingresos del Estado ni el origen de más del 85% del empleo. En la ideología marxista elemental, predominante en los discursos de Perú Libre, el empresario es el enemigo. No es el innovador y el creador.
Todos los países que han alcanzado el desarrollo, más allá de discusiones sobre legislación y derechos laborales, siempre han considerado a la empresa como la fuente de la riqueza, el empleo y la civilización en general.
En el nuevo MTPE, por ejemplo, se ha decidido implementar la llamada “Agenda 19”, que pretende crear un mundo laboral poblado de sindicatos, de trabajadores repletos de derechos declarativos, como si el Perú se hubiese embarcado en las cuatro revoluciones industriales de los países desarrollados. Sin embargo, el sueño sindical y colectivista que busca instaurar la estabilidad laboral absoluta –como si fuese posible crearla por declaración– ignora que en el país el 30% de la economía es formal y el 70% restante es informal. En el tema del empleo las cosas son más complicadas: el 85% del empleo es informal porque es provisto por una mayoría abrumadora de pequeñas empresas.
Los proyectos de crear derechos por declaraciones y decretos, de instaurar la estabilidad laboral, de establecer sindicatos que negocien por ramas y otros delirios colectivistas, en realidad, buscan destrozar el sector privado, que resiste la ofensiva anti inversión del Gobierno de Castillo y Perú Libre. Es otro de los espolones en contra de la inversión privada, al igual que la constituyente y los proyectos de nacionalizar los recursos naturales.
¿Por qué sostenemos semejante tesis? Porque si se materializaran estos proyectos es evidente que las empresas, incluso las grandes, tendrían que considerar la posibilidad de quebrar o deslizarse hacia formas de informalidad. Y, en el caso de las más de 80% de pequeñas y medianas empresas que viven con determinadas formas de informalidad, es incuestionable que el asunto no significaría nada. Únicamente confirmarían la necesidad de permanecer en la informalidad.
Sin embargo, los mercados emergentes y los emprendedores del Perú avanzan en sentido contrario de la Agenda 19 y del MTPE. Todos estos sectores demandan flexibilidad laboral y desregulación de los mercados de trabajo. El gran problema es que la oposición no se ha propuesto representar a estos sectores, porque sigue colonizada por los relatos progresistas que demonizan a la empresa privada.
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