Perú podría ser primer productor mundial de cobre

El consumo de las llamadas “energías limpias” –aquellas que reducen la emisión de los gases de efecto invernadero– se está imponiendo en todo el mundo; y en este contexto, la electricidad se está volviendo cada vez más importante. Esto ha llevado a un aumento en la demanda de cobre como material clave en la fabricación de productos eléctricos. La fabricación de vehículos eléctricos, por ejemplo,  requiere grandes cantidades de cobre, ya que este metal es esencial para la construcción de baterías y otros componentes. La demanda de vehículos eléctricos está aumentando rápidamente, lo que a su vez está impulsando la demanda de cobre.

El Perú es uno de los mayores productores de cobre del mundo y ha sido durante mucho tiempo una fuente importante de este recurso valioso. Con una producción anual de alrededor de 2.5 millones de toneladas m+etricas de cobre (TMC), el Perú ocupa el tercer lugar en la lista de los países con mayores reservas de cobre en el mundo. De hecho, Perú y Chile tienen una gran ventaja en este sentido, ya que juntos suman el 40% de las reservas mundiales de cobre. Además, el Perú cuenta con un importante portafolio de proyectos de cobre que podrían ayudar a mejorar la economía del país y reducir la pobreza.

Sin embargo, hay diferentes factores que impiden el desarrollo del sector minero en Perú; como las narrativas ecológicas radicales, las estrategias rentistas, los activistas bolivarianos y los problemas en el establecimiento del orden y el estado de derecho. A pesar de estos obstáculos, existe una oportunidad para que el Perú se desarrolle como potencia minera y produzca cobre fino, lo que generaría un mayor desarrollo industrial y tecnológico.

Actualmente el mayor problema para la producción de cobre en el Perú son los activistas bolivarianos, que pretenden estatizar las minas nacionales. Ellos están desarrollando desde hace algunos años, y especialmente durante el Gobierno de Pedro Castillo y el Movadef, una serie actos vandálicos y bloqueos de carreteras que impiden el normal funcionamiento de las principales minas productoras de cobre.  Así, Las Bambas –ubicada en Apurímac y una de las diez minas de cobre más grande del mundo– ya suma casi 500 días de paralizaciones por la acción de esas minorías radicales.

No obstante representar el 1% del PBI, el 9% del PBI minero y más del 75% de los ingresos de la región Apurímac, el año pasado Las Bambas redujo en cerca del 50% sus estimados de proyección anual de producción. Apenas produjo 240,000 TMC, pese a tener una proyección anual de 400,000 TMC.

Algo parecido sucedió con la mina Cuajone, el mayor aportante de recursos a la región Moquegua, por concepto de canon y regalías mineras. El año pasado esa mina sufrió un asalto por parte de un violento grupo antiminero que destruyó las fuentes de abastecimiento de agua para las operaciones de la mina y para la subsistencia de más de 5,000 personas. Como consecuencia, la empresa Southern Perú ha anunciado, en un reciente informe, que su producción general de cobre durante el 2022 disminuyó 6.6% con respecto a 2021, una caída atribuible al paro de la operación Cuajone.

El mundo produce 25 millones de toneladas métricas de cobre (TMC), el Perú produce 2.5 millones y Chile 5 millones. Al 2050 se estima que la demanda de cobre suba a 50 millones de TMC. A todas luces, se trata de una oportunidad inmejorable para cerrar las brechas y mejorar la infraestructura pública del país, y también para integrar las zonas altoandinas con las costeras. Y con los fondos generados por la explotación del cobre, el Perú podría alcanzar por fin el desarrollo pleno.