Todas las proyecciones señalan que nuestro país apenas c...
La peligrosa ampliación del Registro Informal de Formalización Minera (Reinfo) del sector Energía y Minas, que prolonga el fracaso de la formalización minera y el avance de la minería ilegal hasta las calendas griegas, no solo demostró la irresponsabilidad de las bancadas en contra del Estado de derecho y la minería moderna, sino que también reveló que la guerra cultural en minería ha sido largamente ganada por las corrientes progresistas y colectivistas. ¿A qué nos referimos? Al endiosamiento de la pequeña minería y la minería artesanal, y a una especie de demonización silenciosa de la gran y mediana minerías formales, no obstante su aporte al crecimiento y la reducción de pobreza.
Es posible que los políticos y los actores públicos del país no entiendan que la posibilidad de desarrollar una minería moderna que respete el medio ambiente con los más altos estándares ambientales mundiales, que pague impuestos y genere empleo formal que reduzca pobreza pasa, principalmente, por el aporte de la gran y mediana minerías. Sobre esa base es fundamental incorporar a la pequeña minería y la minería artesanal al proceso productivo y la formalización. No hay otra manera, aquí en el Perú, en la China, en Vietnam, en Australia, Canadá o los Estados Unidos.
De lo contrario sería imaginar un Perú en el siglo XIX en que miles y millones de pequeños mineros construyen su propio Lejano Oeste y, a través de dos siglos de aprendizaje, construyen un Estado de derecho, un sistema de propiedad y desarrollan las tecnologías y las economías de escala necesarios para convertir a la minería en un eje de desarrollo nacional. Es evidente que la minería moderna en el siglo XXI se hace principalmente con alta intensidad de capital y tecnología de punta, que convocan las grandes corporaciones. El resto es demagogia.
En el dictamen del Congreso sobre la nueva ley de promoción agraria –que todos los peruanos de buena voluntad deberían respaldar–, igualmente, hay una especie de focalización en la pequeña agricultura que celebramos con sinceridad, sin embargo, los más de dos millones de parceleros del país, que desarrollan agricultura familiar y de sobrevivencia, no saldrán adelante si no se multiplica por cinco veces la inversión y las tecnologías que se desarrollan en la agricultura moderna y las agroexportaciones. Hoy las agroexportaciones solo se desarrollan en el 5% de las tierras dedicadas a la agricultura (el 95% restante es minifundio), una cifra que representa alrededor de 250,000 hectáreas ganadas al desierto.
Para crear cadenas agroexportadoras en la costa y la sierra el Perú necesita inversiones que organicen economías de escala y alta intensidad en tecnología, tal como ha sucedido en el pequeño espacio de la agricultura moderna. Igualmente se necesita avanzar sobre el millón de hectáreas en la costa que le podemos ganar al desierto a través de los proyectos hídricos. En el agro, pues, sobra el minifundio, la pequeña parcela, y es una de las explicaciones de la pobreza de este sector. Falta la agroexportación con economías de escala y tecnologías de punta, falta la inversión que genere miles de subcontratos con los pequeños, generando capacitación, créditos y enganche con la agroexportación mundial.
¿Por qué en el Perú se ensalza la pequeña unidad productiva como si estuviésemos en el siglo de la primera revolución industrial antes que se produjeran las grandes acumulaciones capitalistas de Occidente? ¿Acaso alguien cree que debemos gastarnos más de dos siglos para alcanzar el desarrollo cuando los llamados Tigres de Asia utilizaron algo más de cuatro décadas para conseguir la prosperidad?
La única explicación de este quiebre ideológico y cultural en las bancadas del Congreso y los actores políticos es el triunfo cultural e ideológico de las corrientes progresistas y colectivistas, que demoniza al empresario, de acuerdo a la receta marxista, y lo acusa de extraer plusvalía de los trabajadores y ser la fuente de todos los males de la sociedad.
Lo pequeño es demasiado importante, pero más lo es el desarrollo y la erradicación de la pobreza.
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