Los proyectos antisistema en el Perú, incuestionablemente, se p...
La montaña Vinicunca, conocida como Cerro Siete Colores, es un atractivo que comienza a destacar como importante valor turístico para el Perú. La coloración de la montaña se explica por la oxidación de los minerales de los suelos y subsuelos. La montaña —ubicada en el distrito Pitumarca, provincia de Canchis (Cusco), a 5,200 metros sobre el nivel del mar— es parte de la Cordillera de Vilcanota, rica por la abundancia de los recursos minerales. Sin embargo, a la luz de los hechos, el falso movimiento ambientalista omite explicar el porqué de esas coloraciones y su influencia en las aguas de los manantiales, ríos, riachuelos, lagos y lagunas ubicados en las montañas andinas. Por el contrario, insiste en denunciar constantemente la contaminación de los recursos hídricos peruanos cercanos a las operaciones mineras.
Por ejemplo, en mayo 2012, un informe “trucho”, utilizado por la ex congresista y aspirante a la presidencia de Perú Verónika Mendoza, indicaba falsamente que las aguas subterráneas y superficiales cercanas al proyecto Antapaccay —que empezó sus operaciones en noviembre 2012— contenían concentraciones de metales superiores a los estándares permitidos. El “informe” de Mendoza contradecía a otro informe del Ministerio de Salud que descartaba cualquier daño a la salud de la población. No obstante, el “informe” de Mendoza fue usado por el alcalde de Espinar, Óscar Mollohuanca, anunciando un inminente “peligro de muerte” por las supuestas aguas y pastos contaminados. El activismo antiminero concentrado en el lugar aprovechó la información falsa y organizó manifestaciones violentas, que provocaron muertes y daños a la propiedad pública y privada.
Sobre la coloración de Vinicunca, el ingeniero Fred Contreras, sostiene que es debida a la precipitación o alteración mineral por efecto del agua, el aire y de las variaciones térmicas. “El color rojo muestra la presencia de óxidos de fierro (hematitas); amarillo, óxido de fierro (limotita); verde, óxido de cobre (malaquita); azul, sulfato de cobre; marrón, dióxido de manganeso y presencia de zinc”, indica Contreras.
La mineralización de los Andes no es contaminante porque no supera la proporción permisible para el cuerpo humano. Manantiales de agua mineralizadas se han convertido en oportunidades industriales. Por ejemplo, las aguas provenientes de Llocllapampa (Junín), Socosani (Arequipa) y San Mateo (Lima). Aguas que contienen de manera natural Calcio, Magnesio, Potasio, Sodio o Litio. “La mineralización se vuelve contaminante cuando otras substancias, como los reactivos químicos, alteran su tratamiento”, dice Contreras.
El científico peruano Manuel Aguilar sostiene que la contaminación es natural en zonas mineras y volcánicas por las filtraciones de agua que, por cauces subterráneos, se depositan en lagos, ríos y terrenos agrícolas y ganaderos. Las aguas ácidas son comunes en los yacimientos mineros y sus alrededores. Según Aguilar, el metabolismo del hombre andino es capaz de eliminar las aguas mineralizadas con mayor facilidad.
Según una “encuesta” realizada en Cusco por la ONG antiminera CooperAcción, el 87% de sus “encuestados” señala que la minería afecta los ríos, lagunas, bofedales, puquiales y canales. Ni una palabra sobre la posibilidad de aguas mineralizadas como consecuencia natural en la cordillera de los Andes. La publicación Estado Tóxico, de la ONG Amnistía Internacional, manipuló lo acontecido en Espinar y presentó a Perú como un país indiferente frente a la contaminación. Ni una línea sobre la exigente legislación ambiental peruana, acorde con los estándares internacionales de la minería moderna; para Oxfam, “las protestas atraviesan la columna vertebral del Perú”. Y tampoco un párrafo sobre las filtraciones subterráneas de las lluvias que producen puquiales y aguas termales mineralizadas.
Amnistía Internacional, Cooperacción y OXFAM son azuzadores del círculo antiminero, que apunta en contra del Corredor Minero del Sur, en donde se produce alrededor del 50% del cobre del Perú: Las Bambas en Cotabambas (Apurímac), Tía María en Cocachaccra (Arequipa), Constancia en Chumbivilcas (Cusco), Los Quechuas en Coroccohuayco (Cusco) y Antapaccay en Espinar (Cusco).
Contrario a lo que sostienen los antimineros organizados, el principal problema ambiental en Perú son los deshechos arrojados en los ríos, lagos y mar por las ciudades, bajo responsabilidad de los municipios. El país se ha convertido en un verdadero basurero por las aguas servidas y desechos sólidos que no son tratados. Un problema que al ecologismo radical no le interesa. Sobre esas aguas contaminadas se quedan mudos. Por ello, el ecologismo ideológico resulta ser totalmente falso y embustero.
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