El Perú, en términos institucionales y económicos...
Cuando cualquier observador extranjero, distante del tropicalismo de los “analistas políticos “de la región, se pregunta sobre por qué el modelo peruano se ha frenado, no encuentra explicaciones racionales. Por ejemplo, el Perú hoy se acerca al tercio de la población debajo de la línea de la pobreza, no obstante que podría reducir este flagelo social por debajo del 15%. Y en vez de discutir si esta lacra se acerca al 30%, podría debatir cómo hacer para bajar la pobreza a debajo del 10%.
¿Cómo sería posible semejante milagro económico y social? Si el país concretará su cartera de inversiones mineras, que superan los US$ 53,000 millones, podría crecer por encima del 5% en promedio y se lograría reducir la pobreza en varios puntos anuales. Un ejemplo de este absurdo, de esta barbarie en que se ha sumergido el Perú: Cajamarca hoy es una de las regiones más pobres del país con una pobreza sobre el 40% de la población; sin embargo, si se concretara su cartera de inversiones mineras (Conga, La Granja, El Galeno y Michiquillay, entre otras) la región norteña podría tener un ingreso per cápita cercano al de un país desarrollado. No solo tendría minería, sino también una industria metalmecánica (nacida del clúster minero que se generaría naturalmente), un tren hacia el puerto de Paita y se avanzaría en la represa de Chonta. En otras palabras, estaría más cerca del desarrollo. Hoy se hunde en la pobreza.
En cuanto a la agroexportación, igualmente, cualquier observador internacional distante de la volatilidad latinoamericana se preguntaría por qué el Perú ha decidido frenar ese vertiginoso crecimiento que llevó a incrementar, en dos décadas, las agroexportaciones de US$ 651 millones a más de US$ 10,000 millones en el 2022. En agroexportaciones ya no existen nuevas inversiones porque el gobierno provisional de Francisco Sagasti, y la conducción provisional de Mirtha Vásquez del Congreso, se atrevieron a derogar la mejor ley económica de la historia republicana: la Ley de Promoción Agraria (Ley 27360), que establecía regímenes especiales en lo tributario y lo laboral y que, en apenas 250,000 hectáreas (el 5% de la superficie agrícola del país) desarrolló el milagro agroexportador peruano que sorprende al planeta. El Perú, en base a sus proyectos hídricos, tiene el potencial de ganar al desierto 450,000 nuevas hectáreas. Es decir, de incrementar en casi 200% su potencia agroexportadora.
En la minería y en las agroexportaciones, si bien el frenazo tiene que ver con la inestabilidad y la destrucción que desataron el Gobierno de Castillo y Perú Libre, es incuestionable que el deterioro empezó con el Gobierno de Ollanta Humala. Todos los relatos y narrativas progresistas en contra de la inversión empezaron a colonizar diversas dependencias del Estado, creando una burocracia asfixiante que frenó las inversiones; tal como sucede con los procedimientos increíbles establecidos en el Ministerio del Ambiente, por ejemplo. Hoy los permisos para una exploración minera son largamente superiores a los de cualquier otro país con los que competimos para atraer inversiones mineras (Canadá, Chile y Australia). Y para concretar una inversión, una empresa de talla mundial tiene que sortear toda la burocracia levantada como una cordillera en el Estado. El aparato estatal, pues, se ha llenado de tal cantidad de procedimientos que se ha convertido en el principal enemigo de la inversión.
Paralelamente los relatos progresistas convirtieron, por ejemplo, a las agroexportadoras en “enemigas de los trabajadores”, no obstante que desde el 2004 la formalización del empleo aumentó de 460,000 directos e indirectos a más de un millón en la actualidad; no obstante también que las regiones agrarias tienen una pobreza largamente menor a la media nacional. Y que Ica, región agroexportadora por excelencia, ya bajó esta lacra debajo del 10%.
Las narrativas y progresistas han logrado imponer sus sentidos comunes en contra la inversión privada en el conjunto de la sociedad, en los medios y en los partidos políticos, señalando que la empresa privada es la fuente de todos los males sociales. Y allí están los resultados: un país frenado y bloqueado en sus inmensas posibilidades.
Es incuestionable que el círculo virtuoso del crecimiento y la reducción de pobreza no retornará si no enfrentamos todas estas fábulas en contra de la inversión privada que llevaron a Castillo al poder.
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