La asamblea constituyente es el peor enemigo de la creación de riqueza

Cuando las corrientes comunistas y colectivistas proponen la asamblea constituyente, en realidad,  están planteando  la centralización del poder sobre la destrucción de las instituciones republicanas, y el fin del modelo de economía de mercado consagrado en la Constitución Política de 1993.

Cuando las corrientes colectivistas explican su alternativa económica enfilan con virulencia contra la autonomía del Banco Central de Reserva, el papel subsidiario del Estado en las actividades económicas, la desregulación de precios, mercados, y comercio internacional, y el respeto de los contratos firmados por el Estado por encima de leyes y coyunturas gubernamentales. 

¿Por qué los sectores comunistas han definido al modelo económico como su enemigo principal? Por la sencilla razón de que se trata de un modelo económico que le reconoce a la sociedad, a los mercados y al intercambio de bienes –sobre la base de la propiedad privada y las empresas– el papel protagónico en la creación de la riqueza. El Socialismo del Siglo XXI –una especie de  religión marxista profana– pretende que el Estado se convierta en la principal fuente de creación de riqueza.

Ahora bien, luego de que el comunismo de los ex países de la Unión Soviética –en el siglo pasado– los convirtiera en las mayores fábricas de creación de pobreza en la historia de la humanidad, ¿cómo es posible que se siga creyendo en estas hechicerías? El comunismo se enfrentó a las religiones sagradas calificándolas como “opio del pueblo” porque pretende reemplazarlas por relatos y narrativas profanas. Una de esas hechicerías es la ley del valor marxista, que nos señala que la riqueza se crea mediante “el trabajo social de los trabajadores en la producción”.

Si las cosas fuesen así, entonces, ¿por qué razón las miles de fábricas estatales de los ex países de la Unión Soviética y de la cortina de hierro no crearon riqueza y solo desataron una pobreza generalizada? Si en esas fábricas existían millones de obreros desarrollando a todo vapor “el trabajo social” que predica la religión profana marxista. Si los trabajadores crearan la riqueza, entonces, solo bastaría crear centenas de empresas estatales y ponerlas a producir con frenesí. La Venezuela chavista hoy sería desarrollada.

La historia de la humanidad y del desarrollo de las sociedades nos enseña que la única manera de crear riqueza es a través de los precios que se forman en los mercados mediante la compra y la venta de los productos. Si una fábrica produce mil televisores y los vende, en el acto, conseguirá buenos precios, ganancia, y creará riqueza. Si no los vende –como suele suceder en el comunismo– creará pobreza.

De allí que solo el empresario, el innovador, sea el agente de la creación de riqueza, porque es el único que puede interpretar la demanda de los consumidores. Por otro lado, es imposible que en una economía de mercado los empresarios se enriquezcan sin beneficiar a los trabajadores, y a toda la sociedad. ¿Por qué? Porque, simplemente, no podrían vender; es decir, crear riqueza.

El proyecto bolivariano, entonces, para centralizar el poder y quebrar el Estado de derecho, necesita crear pobreza. Necesita acabar con el modelo económico consagrado en la Constitución que promueve la creación de riqueza. 

En ese camino en la actual ola insurreccional contra el Estado de derecho, las vanguardias comunistas han redoblado sus ataques contra las empresas mineras en el corredor minero del sur, contra de las empresas agroexportadoras, han atacado y destruido plantas de la industria láctea y pretenden bloquear las vías nacionales para desabastecer a las ciudades, ahogar a los mercados emergentes y quebrar el aparato productivo nacional.

La creación de riqueza, el modelo económico de la Constitución, y la continuidad de los mercados populares, pues, son los enemigos más soberbios del proyecto de la asamblea constituyente.