Bloomberg y la resistencia a la constituyente para salvar el modelo

La plataforma internacional Bloomberg acaba de calificar a la economía peruana como “la más sólida y estable de la región” otorgándole 56.28 puntos, mientras Chile es desplazado al segundo lugar con 52.79 puntos. Si bien el Perú está en los últimos lugares de la medición en cuanto a parámetros políticos (Chile lidera este rubro), en el tema económico y financiero la economía nacional alcanza el primer lugar en América Latina.

Ante este resultado, en el mundo se formulan las siguientes preguntas: ¿Cómo es posible que el Perú siga avanzando en asuntos económicos y financieros pese a que Pedro Castillo ha convertido a la convocatoria de una asamblea constituyente en el eje de su Gobierno? ¿Cómo es posible que la economía peruana siga floreciendo pese a los anuncios de la nacionalización del gas, de los recursos naturales, de una segunda reforma agraria sin agroexportaciones? ¿Cómo las cosas siguen bien en la economía pese a que la inversión privada se desploma en medio de un ciclo impresionante de los precios de los minerales, sobre todo el del cobre?

La única respuesta ante estas interrogantes cruciales: la impresionante resistencia y oposición del pueblo peruano a la convocatoria de una asamblea constituyente que se ha demostrado –sobre todo– en las calles, en el Congreso, en los medios y en las entidades de la sociedad civil.

Cuando los analistas chilenos quieren explicar la resistencia del pueblo peruano –palabra muy usada en la demagogia palaciega– y la comparan con lo que acaece en el país del sur, se quedan sorprendidos por la capacidad de movilización de las fuerzas del centro y de la derecha en el país, que han desarrollado las movilizaciones ciudadanas masivas, pacíficas y ordenadas más grandes de los últimos tiempos en América Latina. 

Luego de que el progresismo fracasara de principio a fin convocando a una marcha contra el Gabinete Valer y después de que los comunistas, igualmente, fracasaron en todos los sentidos promoviendo una marcha de las provincias hacia Lima –utilizando todos los recursos del Estado– la imagen es clara: en el Perú las calles son del centro y la derecha. Los cuatro gatos del progresismo y los jinetes histriónicos del comunismo lo grafican.

La resistencia nacional a la constituyente es un proceso de arriba hacia abajo –tal como lo atestigua la campaña de Lucas Ghersi y decenas de jóvenes intelectuales– y explica que el Ejecutivo, controlado por corrientes comunistas y progresistas, se haya visto obligado a ratificar a Julio Velarde en el Banco Central de Reserva; y luego a relevar del Ministerio de Economía y Finanzas (MEF), a Pedro Francke, un economista extremadamente ideologizado, para enseguida a nombrar a Carlos Graham, un funcionario de larga trayectoria, en el sector Economía. Luego de las últimas designaciones en ese ministerio, sin lugar a dudas, se puede sostener que el MEF, baluarte de la institucionalidad económica y la disciplina fiscal, está de regreso. Allí está la oposición del MEF a la devolución de los aportes del Fonavi y las alertas para evitar la destrucción del sistema privado de pensiones.

El resultado en el ranking de Bloomberg, entonces, solo es resultado de la resistencia nacional a la convocatoria de una constituyente. Si se hubiese concretado la asamblea constituyente, entonces los US$ 15,000 millones de fuga de capitales que provocaron los anuncios de Pedro Castillo en contra de la Constitución Política solo hubiesen sido el inicio de un desangramiento general de la economía, tal como sucede en Chile.

Ahora bien, también vale reconocer la fuerza, la potencia, que tienen los mercados para pronunciarse, para convertirse en electores. La volatilidad del dólar es un ejemplo. Castillo parecía un dios maligno cada vez que elevaba el precio de la moneda estadounidense con sus anuncios económicos. 

Hoy, la resistencia nacional ha logrado salvar el modelo al menos hasta ahora. Sin embargo, el centro y la derecha deben entender que, con el comunismo ortodoxo en el poder, la única manera de continuar salvando las libertades económicas pasa por triplicar la organización y movilización ciudadana.