¡Acuerdo nacional por la minería y la agroindustria!

Durante el destructivo Gobierno de Pedro Castillo y las campañas a favor de la constituyente y a las nacionalizaciones quedó en absoluta evidencia que la inversión privada –sobre todo en minería y agroexportaciones–, era la peor enemiga de una economía estatizada. De una u otra manera, uno de los grandes objetivos de las corrientes comunistas y progresistas siempre ha sido destruir la potencialidad de estos dos sectores, incluso aliándose con virtuales enemigos extranjeros de la producción nacional. Los llamados progresistas no tienen escrúpulo alguno en construir leyendas y mentiras sobre las agroexportaciones para bloquear el acceso de nuestras frutas y hortalizas a los mercados del planeta.

Las izquierdas anticapitalistas, pues, necesitan destruir la minería y la agroexportación para aumentar la pobreza y justificar sus propuestas antidemocráticas. Cajamarca es un ejemplo paradigmático que confirma esta afirmación. Hoy, la región norteña es la más pobre del país, con más del 44% de la población debajo de la línea de pobreza, no obstante que tiene una cartera de inversiones mineras de más de US$ 18,000 millones (Conga, Galeno, La Granja, Michiquillay, entre otros). Los proyectos de inversión en Cajamarca están bloqueados o retrasados por la acción del radicalismo antiminero. Si la cartera de inversiones se hubiese materializado no es exagerado sostener que Cajamarca tendría el ingreso per cápita más alto del país.

Luego del Gobierno de Castillo, después de Quellaveco, en el Perú no existen grandes proyectos mineros, a pesar de que el país tiene una cartera de inversiones de cerca de US$ 57,000 millones. Si estos proyectos se ejecutarán el país incrementaría su producción anual de 2.5 millones de toneladas métricas de cobre (TMC) a cerca de 4 millones de TMC. Asimismo, estaría en condiciones de crecer sobre el 5% anual y la sociedad, en muy pocos años, reduciría la pobreza debajo del 15% de la población nacional (hoy padecemos 27.5% de pobreza)

En el caso de las agroexportaciones, luego de la derogatoria de la Ley de Promoción Agraria (ley 27360) y tras el Gobierno de Castillo, igualmente no se conocen de nuevas inversiones. Durante dos décadas, las agroexportaciones crecieron de US$ 625 millones a más de US$ 10,000 millones en el 2022. A fines del 2023 el crecimiento continuará por la inercia de las inversiones previas; sin embargo, desde el 2024 todo comenzará a declinar. Una verdadera tragedia, considerando que el milagro agroexportador peruano se desarrolla en apenas el 5% de las tierras destinadas a la agricultura. 

De un total de más de 7 millones de hectáreas dedicadas al agro, la revolución agroexportadora se produce en 250,000 hectáreas ganadas al desierto. Se proyecta que, en base a siete proyectos hídricos, el Perú tiene la posibilidad de expandir su frontera agroexportadora en 400,000 hectáreas. Por otro lado, vale anotar que los resultados sociales de la agroexportación son sorprendentes: el empleo formal se incrementó de 460,000 puestos directos e indirectos en el 2004 a más de un millón de empleos directos e indirectos de la actualidad. Las regiones agroexportadoras tienen tasas de pobreza por debajo de la media nacional. Ica, la región agroexportadora por excelencia, solo tiene el 5.1% de la población debajo de la línea de pobreza.

Por todas estas consideraciones, el Perú, al margen de corrientes u opiniones políticas, debe buscar un acuerdo nacional para impulsar la minería y las agroexportaciones. En el sector minero se requiere recuperar el Estado de derecho en las áreas mineras atacadas por la violencia radical, y se necesita promover inversión en exploraciones, simplificando los procesos y eliminando la absurda consulta previa (no existe impacto ambiental alguno en las exploraciones). En el sector agroexportador se requiere restablecer la plena vigencia de la Ley de Promoción Agraria, absurdamente derogada por el gobierno de Sagasti, con objeto de recuperar el marco legal que posibilitó el milagro agroexportador que sorprende al mundo.

Si el Perú no se pone de acuerdo en cómo desarrollar su minería y sus agroexportaciones, ¿cómo así se puede imaginar un futuro viable?