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Crítica de la película cómica peruana “La Herencia”
Hace menos de un año comentamos en este espacio la salida del aire de los tres más importantes programas cómicos de la televisión peruana: Risas de América (heredero del clásico Risas y salsa), El especial del humor (dirigido por Jorge Benavides) y El cartel del humor (de Carlos Álvarez). El fenómeno se produjo en paralelo con el éxito sin precedente de películas como Asu mare 1 (2013), A los 40 (2014) y Asu mare 2 (2015), entre otras, lo que llevó a pensar que si el humor peruano había perdido las pantallas de televisión, al menos había ganado las de los cines. Las más reciente de estas películas cómicas es La herencia del director Gastón Vizcarra (Lima, 1974).
Tras su cuestionado debut con El guachimán (2011) Vizcarra nos presenta esta vez una historia menos truculenta: la de la limeña familia Bailetti (de clase media-alta), integrada por Alonso (el padre, interpretado por Christian Ysla), su esposa (Tatiana Astengo), sus hijos (una adolescente y un niño) y la abuela (Claudia Dammert), quien en su locura cree que todos los días son Navidad. Para recibir la fortuna dejada por el padre de Alonso, los Bailetti tiene que convivir todo un fin de semana con los hijos “desconocidos” del fallecido, una ayacuchana (Liliana Trujillo) y un pucallpino (Aldo Miyashiro), quienes llegan con sus respectivas familias y hasta mascotas. Los problemas generados por la convivencia de personajes tan disímiles se ven potenciados por los intentos del abogado (Christian Thorsen) de sabotearlo todo para quedarse él con esa herencia.
La apuesta de Vizcarra es por un humor disparatado y grueso, en la línea de los hermanos Farrelly (Loco por Mary, Tonto y retonto), en el que los golpes y las flatulencias son los recursos más frecuentes. Una opción válida siempre y cuando se maneje con grandes dosis de ingenio y creatividad, que es precisamente lo que menos encontramos en La herencia. Todas las bromas y los gags son previsibles, y la mayoría de ellos se repiten varias veces, perdiendo su poca gracia. Hasta los personajes están basados en los estereotipos más burdos: la pituca renegona, la adolescente engreída, el “charapa” gay, etc. No obstante, estamos seguros de que, con un mejor guión, los actores cómicos del reparto hubieran podido sacar más provecho de estos personajes caricaturescos; como hizo Armando Machuca, el único actor con una performance destacable.
La impresión que nos deja La herencia es la de un programa cómico de televisión, hecho improvisada y apuradamente, sin tener en cuenta para nada la calidad del producto final. Algo que salta a la vista en casi todos los aspectos, desde las imperfecciones del guión (el injustificado cambio de la adolescente, el apurado final) hasta el pésimo sonido, con las voces siempre en primer plano y desfasadas con los movimientos de los labios de los actores. También los deplorables efectos especiales (la escena del incendio está resuelta con recursos de hace un siglo) y la nula dirección de actores. La herencia nos recuerda que el humor peruano necesita liberarse del legado de desorden e improvisación que nos han dejado nuestros más exitosos programas cómicos de la televisión.
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