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¿Cómo juzgan la narrativa nacional de hoy los nuevos escritores?
¿Qué piensan nuestros jóvenes escritores sobre la narrativa peruana actual? ¿Siguen siendo tan parricidas como las anteriores generaciones, o han asumido el conformismo y pasividad tan propios de los jóvenes de hoy? En el libro Selección peruana 2000-2015, antología de cuentos escritos por narradores peruanos nacidos entre 1975 y 1982, el crítico Ricardo Sumalavia (Lima, 1968) le plantea a todos los narradores seleccionados una misma serie de preguntas, entre ellas “¿Cómo juzga la narrativa peruana actual?”. Y aunque el libro ha tenido diversas reseñas y críticas, ninguna se ha enfocado en las respuestas (algunas muy interesantes) de nuestros escritores jóvenes a esa pregunta.
Resulta necesario describir brevemente el panorama “oficial” de nuestra narrativa, en el que las figuras dominantes son Mario Vargas Llosa (1936), Alfredo Bryce Echenique (1939), Alonso Cueto (1954) y Santiago Roncagliolo (1975); y entre los escritores más jóvenes, Jeremías Gamboa (1975) y Carlos Yushimito (1977). Precisamente Gamboa es uno de los más conformistas con esta visión, aunque subraya el aporte de su propia “promoción” de escritores: “Me parece que la narrativa peruana atraviesa un buen momento. Hay escritores de varias generaciones produciendo y publicando sus trabajos y empieza a haber una demanda de lectores peruanos por literatura peruana… Llama la atención lo que está produciendo un grupo cada vez más grande de escritores nacidos en la década de los setenta”.
Por su parte, Carlos Yushimito prefiere destacar la obra de algunos escritores un tanto marginados por nuestro establishment literario: “[La narrativa peruana actual] es meritoria en sus excepciones. Leer a autores que se encuentran en plena forma —como Miguel Gutiérrez, Augusto Higa, Mario Bellatin y Daniel Alarcón— es, si consideramos su coincidencia temporal, un hecho estadísticamente inusitado. Nos muestra la capacidad que tienen las generaciones para renovarse, regularse y afianzar con el tiempo una pequeña pero sostenida tradición, a pesar de tenerlo todo en contra”.
En el mismo sentido, pero más enfocada en su generación, está la respuesta de Gabriela Wiener (Lima, 1975): “No solo comparto el entusiasmo de la mayoría de lectores peruanos al comprobar que gente como Gamboa o Yushimito obtienen la atención internacional que se merecen, sino que además estoy a la expectativa de que a Claudia Salazar o Victoria Guerrero se les arrope de la misma manera, se les den iguales oportunidades y espacios, y se les celebren los éxitos con similar entusiasmo”.
Mucho más radical resulta la respuesta de Sergio Galarza (1976): “Siempre me pregunto por qué hay libros que son admirados y a mí no me despiertan ningún interés. Alonso Cueto, por ejemplo, es un autor respetable porque ejerce este oficio con profesionalidad, pero eso no quiere decir que sea un escritor notable. Al menos yo nunca me he sentido atraído por sus libros más celebrados, siempre he creído que su acercamiento a la realidad es artificial; lo mismo sucede con Iván Thays”. Y sobre su propia generación dice: “Gabriela Wiener es la escritora que ha tumbado a cabezazos la pared del pudor, es única y hace palidecer al resto… Eso sí, dudo que aparezca otro Bellatin. Es como si se hubieran acabado los experimentos”.
En el cuestionario planteado por Sumalavia también figura la pregunta “¿Quiénes son sus escritores favoritos: a) entre los peruanos; b) entre los extranjeros?”. Los autores peruanos más mencionados por nuestros narradores jóvenes fueron Julio Ramón Ribeyro, Mario Vargas Llosa y Alfredo Bryce Echenique, lo que de alguna manera ratifica el conformismo como rasgo dominante generacional. Solo en un segundo grupo de preferencias figuran el “indigenista” José María Arguedas y el “experimental” Mario Bellatin, autores emblemáticos de las tendencias narrativas no hegemónicas. Entre los escritores extranjeros el más mencionado fue el chileno Roberto Bolaño.
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