Con una vida dedicada a la docencia, la gestión educativa y la ...
El comunicador y fotógrafo Luis Cáceres Álvarez acaba de publicar el libro La Catedral del Criollismo. Guardia Vieja del siglo XXI, valiosa crónica sobre uno de los últimos grupos de auténticos jaranistas limeños. Cáceres conversó con elmontonero.pe sobre este trabajo y su relación personal con el criollismo.
¿Es La Catedral del Criollismo el último refugio de las antiguas jaranas limeñas y la vieja guardia de la música criolla?
Sí, es uno de los pocos puntos donde se cultiva el canto de jarana o marinera limeña como antaño. Además tienen un gran conocimiento y han recopilado abundante material sobre la llamada Guardia Vieja (valses). No obstante, La Catedral es el espacio donde estará la historia del criollismo en general, no solo de finales del siglo XIX y principios del XX.
¿Cuál es la dinámica de estas reuniones? ¿A qué hora empiezan, a qué hora terminan? ¿Quiénes pueden participar?
Las reuniones en La Catedral empiezan a las 5 p.m., Durante tres horas, todos los viernes del año, Wendor Salgado abre las puertas de su hogar, sin importar si es Semana Santa, Navidad, Año Nuevo ni ninguna festividad. Señores entre los 60 a 80 años recopilan, interpretan, difunden un repertorio no comercial y poco conocido, y salvaguardan expresiones musicales de la costa del Perú. Es una tradición terminar siempre con marinera limeña. Así que quince o treinta minutos antes de las 8 p.m. comienza el canto de jarana. Hay acta de asistencia en cada reunión: un cuaderno de tapa dura pasa de criollo en criollo para que dejen sus nombres y firmas, por orden de llegada. Si alguien va con amigos, debe presentarlos al dueño de casa. Siempre.
(Fondo Editorial UPC 2017)
¿Cómo llega un joven millennial a compenetrarse con este grupo de viejos criollos, de más de setenta años de edad?
En la universidad, mis amigos no entendían por qué seguía a “esos viejos”. Hasta terminé con una enamorada por defender la jarana (risas). Pero, ¿por qué no darles voz? ¿Por qué no informar al mundo las ganas que ponen estos señores en cada interpretación? Este libro rompe varios prejuicios, frivolidades y excesos alrededor de uno de nuestros géneros musicales. Para muchos de los participantes, La Catedral del Criollismo da “el reconocimiento que merecen en vida”. Yo sé que el señor Wendor quiere jaranear en paz en su casa, con sus amigos, con personas interesadas por completo en la historia del criollismo; y al mismo tiempo uno de sus sueños es que llegue a compartirse todo lo que La Catedral ha recopilado por trece años.
¿Hay jóvenes que participan en estas reuniones?
Por supuesto que hay jóvenes, el criollismo llama de una u otra manera; ya sea por familia o no. De mi generación, y que darán de qué hablar en unos años, son la bailarina Grace Flores, el guitarrista Bruno Lara, el cajonero Piero Marañón. Los tres son cantores de marinera limeña. Y hay más. Llegan estudiantes de universidades, del Conservatorio, de la Escuela Nacional de Folklore. En fin, diría que La Catedral es un semillero de promesas en las aristas del canto, el baile, los instrumentos y la investigación. Luego tenemos a la siguiente generación “no millenial” con Ricardo Panta, Carlos Hidalgo, Fred Rohner, Henry Medina, Renzo Gil, Carlos Castillo, por mencionar algunos, quienes comenzaron a frecuentar diversos espacios y personajes criollos cuando tenían entre 18 a 20 años. Eso demuestra que hay canción criolla para rato.
¿Cómo ubicas a Wendor Salgado, el pilar principal de La Catedral del Criollismo, dentro de la tradición de músicos criollos?
Para La Catedral, en la actualidad, hay dos guitarras fundamentales que preservan el toque tradicional-antiguo de esta música: Adolfo Zelada y Wendor Salgado. Wendor se considera solo un guitarrista de barrio, de callejón, que tuvo la suerte de juntarse con los que forjaron el criollismo. Pertenece a una generación bisagra, un puente entre la Guardia Vieja y la Guardia Nueva.
Era el menor del grupo de los hermanos Áscuez. Sobrino querido de Don Augusto, “el señor de la jarana”, y quien se ha nutrido de sus enseñanzas en todas las peñas y centros musicales posibles, porque le gusta. Nace en 1941. El Día de la Canción Criolla se promulga en 1944 y el distrito de Breña se oficializa en 1949. Esa década ha producido a este peruano que no debería pasar al olvido tan fácilmente. Para mí, es la esencia real del criollismo, un cultor que escucha, conoce su historia y comprende una gran variedad de sonidos folclóricos de la costa con alma, corazón y vida.
¿Está muerto el criollismo?
No está muerto. Vive y bebe muy bien. El criollismo no desaparecerá mientras uno lo celebre, lo recuerde y esté atento a lo que sucede con otros espacios. Porque para los peruanos es una parte de nuestra identidad; es decir, nuestra diversidad. Hay una frase antigua que dice “que mueran los viejos para que no se sepa la verdad”. Yo digo todo lo contrario: que jamás mueran para aprender, contar y retratar la historia.
Como investigador. ¿Qué tanto te has involucrado con este grupo de músicos?
Ha sido sangre, sudor, lágrimas y alcohol. Ellos guardan datos y yo, como periodista, quiero que me los cuenten para entender y contar cómo crean ese sonido cada viernes, qué ha pasado en su vida para que tomen la decisión de ir cada viernes. Puedo decir que pertenezco a la segunda generación de “viejos prematuros” que asisten a La Catedral. Así, hemos compartido momentos en diferentes peñas del Rímac, Breña, y Lince; junto a los más jóvenes en Barrios Altos y La Victoria. Los señores siguen mi trabajo no solo por lo que les cuento, sino porque también están atentos a nuestras publicaciones vía Facebook e Internet. Por eso, son la Guardia Vieja del siglo XXI. Ahora tengo más primos y tíos. Cuando llego a La Catedral, me preguntan: ¿Cómo va la salud, Luchito? Todo bien, respondo (risas).
¿Cuáles han sido tus modelos y referentes al hacer esta investigación y al escribir el libro?
Pienso que tengo una escuela argentina referente a la crónica. ¿Por qué? Estuve leyendo varias veces Zona de obras (2014) de la maestra Leila Guerriero, y me quedé pegado también con su Los suicidas del fin del mundo (2005). Javier Sinay fue mi editor en un perfil que hice para el extranjero a principios del año, y quien me recomendó releyera a Martín Caparrós hasta el cansancio. También Robert Herrscher, por su libro—que considero una biblia— Periodismo Narrativo (2009). Teóricos del periodismo argentino, del periodismo en general. Por supuesto, leí todos los trabajos sobre música criolla de Eloy Jáuregui para aumentar la chispa en la escritura. Y la tesis de doctorado de Fred Rohner sobre la Guardia Vieja (2016) llegó en el momento justo. No puedo dejar de mencionar El secreto de Joe Gould (2000) de Joseph Mitchell y un poco del gonzo de Hunter S. Thompson (risas).
¿Seguirás frecuentando La Catedral del Criollismo y desarrollando esta investigación?
Sí, de vez en cuando. No me pierdo los cumpleaños y aniversarios. Producir un documental tipo Buena Vista Social Club está entre mis sueños. Terminaré el año con los retratos de otros personajes y espacios de este universo. Según la maestra Susan Meiselas, para ser fotoperiodista se necesitan litros de curiosidad y una capacidad de compromiso tremenda, pero también la capacidad para alejarte del tema.
Entrevista: Javier Ágreda
Fotografía de portada: César Zamalloa – Caretas
Fotografías de interior: Edward Abarca
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