Con una vida dedicada a la docencia, la gestión educativa y la ...
Aquí presentamos los artículos de la segunda edición de la revista S.P.Q.R, en la que se analizan los mensajes anti occidentales del neoindigenismo que habla de supuestos “pueblos originarios”, en contraposición a nuestra herencia hispana. Evidentemente este análisis no se puede desarrollar sin reflexionar sobre la identidad nacional y latinoamericana a partir de las mezclas de las tradiciones de los pueblos prehispánicos y la herencia española.
Debajo de los artículos publicados se podrá descargar el PDF de la última edición de la revista (y de la anterior).
En unas semanas S.P.Q.R. tendrá su propio repositorio.
POR HERMAN TERTSCH.
Se celebra una vez más el Día de la Hispanidad, que conmemora aquel 12 de octubre de 1492 en que comenzaba una colosal aventura para la humanidad. Fue el acontecimiento puntual que de golpe completó los puentes entre los grupos diseminados que componían la humanidad y “globalizó” el mundo. Con razón han dado en llamarla la primera globalización, porque nos otorgó a los humanos la percepción de ser todos parte y miembros de un mismo mundo, de un globo terráqueo que, eso estaba claro, era el hogar común a todos los seres vivos conocidos. Ya solo
ese hecho merecería ser recordado y celebrado todos los años con honores.
Llega el 12 de octubre, Día de la Hispanidad, y otra vez perderemos el tiempo en ridículas controversias con quienes mantienen y promueven las mentiras de la Leyenda Negra, esa gran operación de propaganda de los enemigos de España en el siglo XVI. Y que también que la han convertido en un instrumento más de la agitación ideológica contra la civilización occidental y contra sus valores: el carácter único y sagrado de la persona, la familia, el respeto a la vida, la libertad de expresión, de pensamiento y de cátedra y todas las demás, incluida la democracia.
En las ciudades occidentales –en Europa, en América entera de norte a sur– ruedan las cabezas de los monumentos a los grandes conquistadores, descubridores, estadistas y hasta de religiosos que hicieron de su vida un único acto de amor y entrega a los nuevos españoles que eran los indígenas incorporados a la corona. Unos indios que bajo la Corona española no fueron exterminados, como en los territorios británicos o franceses, o después en EE.UU. Tampoco fueron esclavizados como súbditos de otros imperios, sino que recibieron derechos hasta entonces allí desconocidos. Y muchos fueron liberados de la esclavitud bajo tribus más crueles y poderosas.
Esta fecha supone además el principio de una casi inconcebible gesta civilizadora que solo tiene parangón en la romanización de Eurasia. Protagonista fue una España nueva surgida de la reconquista, la expulsión de la península ibérica de un Islam que había invadido la península en 711, aplastando la Hispania visigoda cristiana.
Con el impulso de la vitalidad del crecimiento triunfal desde las Navas de Tolosa (1212) y con la recién estrenada unidad bajo la Corona de Isabel y Fernando, la reconquista como idea de la lucha para llevar la Corona española y la cristiandad al Nuevo Mundo recién descubierto se convierte en una inmensa fuerza movilizadora de cualidades y talento.
Desde aquel 12 de octubre, y a lo largo de 200 años, España se lanza a una empresa jamás vista que la lleva a extender sus posesiones por 20 millones de kilómetros cuadrados, desde Tierra de Fuego a Alaska, desde Florida hasta California; mucho más que toda Rusia, el país más grande del mundo y más que los actuales EE.UU. y Canadá juntos. Después del Tratado de Tordesillas, España y Portugal se vuelcan en competencia pero sin conflictos al desarrollo de sus territorios de ultramar.
España no “coloniza” nada, se expande en una nueva España con unos criterios que jamás había tenido ni tendría después ningún imperio. Construye ciudades, universidades, hospitales, sistemas de alcantarillado, desecación de pantanos y otorga y crea en América ciudades que llegan a ser la envidia de las ciudades europeas. Por supuesto que hubo crímenes y abusos de fuerza como los había en Europa. Y de mucha mayor crueldad en las regiones del protestantismo. Los debates sobre poder, derecho y moral fueron vivos, y la Escuela de Salamanca y Francisco de Vitoria son hitos en el establecimiento de unos códigos que llevaron a crear unas redes de protección que habrían de echarse mucho en falta por los indígenas después de las independencias.
La desgracia devastadora de la invasión napoleónica y la figura catastrófica de Fernando VII dieron pie al proceso de independencias y fraccionamientos que han sido trágicos para el subcontinente y la hispanidad misma. Una región fraccionada por ambiciones egoístas, localistas, operaciones británicas y conspiraciones de las diversas masonerías (también norteamericanas) para dinamitar la unidad de la Hispanidad, esa fuerza que los había mantenido a todos en jaque durante 300 años. Quizás si España hubiera tenido un rey entero que se hubiera ido de la España invadida por Napoleón a la España libre de Napoleón en ultramar, tal como hizo la Casa Real Portuguesa, aquella parte de España americana no se hubiera fraccionado tan trágicamente,
Pero eso ya apenas importa. Importa que se difunda cada vez con más fuerza la verdad histórica frente a las patrañas y manipulaciones negrolegendarias que han sido plenamente asumidas por la izquierda internacional, como parte de su operación de secuestro del indigenismo para la toma de poder.
Hoy que los pueblos americanos luchan para liberarse de tiranías ideológicas y criminales como la cubana, la venezolana, la nicaragüense, la boliviana o la nueva peruana, pocas ideas tienen más fuerza que la Hispanidad (o unida con la lusofonía en la Iberoesfera). Solo en ella podemos unirnos contra ese enemigo común que basa en la mentira histórica –la mayor de ellas, la Leyenda Negra– su discurso general para expandir el narcocomunismo por toda América. Y que incluso desea proseguir el asalto a Europa, ya en plena marcha con un gobierno socialcomunista que actúa como cómplice de toda la trama de las fuerzas conjuntas comunistas y del crimen organizado.
Frente a ellos, cada vez somos más los que planteamos la idea de la gran comunidad de la Hispanidad, con su proyección generosa de expansión de una gran alianza humana basada en una larga tradición de construcción de prosperidad en libertad, con la vocación de la perdurabilidad y trascendencia de la que carecen los demás proyectos políticos humanos. Es un proyecto fascinante y patriótico que en este mundo actual, de zozobra y peligros, puede llevarnos, en el mejor sentido, por el bien de todos nuestros pueblos hispanos.
COMENTARIOS