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La mayor festividad incaica según los Comentarios Reales
El 24 de junio de cada año se realiza en el Cusco la festividad del Inti Raymi, que recrea el gran homenaje que los Incas hacían a su deidad más importante: el Sol. Por supuesto, el Inti Raymi actual tiene algunas diferencias sustanciales con la festividad prehispánica; para empezar la fecha misma. En el incario, el Wawa Inti Raymi era celebrado entre el 20 y el 23 de junio, el día exacto del solsticio de invierno, pues se trata de la fiesta del “renacimiento” del sol. Los conquistadores españoles prohibieron esta y otras festividades autóctonas, pues según ellos eran parte del culto pagano que debían erradicar para imponer el catolicismo. Recién en 1944 se comenzó a celebrar el Inti Raymi moderno, más como una puesta en escena para los turistas. Y se escogió como fecha el 24 de junio, el Día del Indio, creado durante el gobierno de Augusto B. Leguía.
La más importante fuente de información acerca del Wawa Inti Raymi es el escritor peruano Inca Garcilaso de la Vega (1539-1616). En su libro Comentarios Reales de los Incas, dedica cuatro capítulos a relatar todo lo relacionado con esta fiesta, que entonces duraba nueve días. En el primero de esos capítulos describe la impresionante llegada al Cusco, el día previo, de las autoridades y representantes de todas las regiones del imperio:
Hallábase a ella todos los capitanes principales de guerra ya jubilados y los que no estaban ocupados en la milicia, y todos los curacas, señores de vasallos, de todo el Imperio… Hallábase a ella el Inca en persona, no siendo impedido en guerra forzosa o en visita del reino... Los curacas venían con todas sus mayores galas e invenciones que podían haber: unos traían los vestidos chapados de oro y plata, y guirnaldas de lo mismo en las cabezas, sobre sus tocados. Otros venían ni más ni menos que pintan a Hércules, vestida la piel de león y la cabeza encajada en la del indio, porque se precian los tales descender de un león. Otros venían de la manera que pintan los ángeles, con grandes alas de un ave que llaman cóndor… Otros traían máscaras hechas a posta, de las más abominables figuras que pueden hacer.
El minucioso recuento de Garcilaso continúa con la solemne preparación para la ceremonia, incluyendo los alimentos especialmente preparados para esta ocasión. El segundo de esos los cuatro capítulos narra el inicio de la ceremonia:
Al amanecer, salía el Inca acompañado de toda su parentela, la cual iba por su orden, conforme a la edad y dignidad de cada uno, a la plaza mayor de la ciudad, que llaman Haucaypata. Allí esperaban a que saliese el Sol y estaban todos descalzos y con grande atención, mirando al oriente, y en asomando el Sol se ponían todos de cuclillas para adorarle, y con los brazos abiertos y las manos alzadas y puestas en derecho del rostro, dando besos al aire, le adoraban con grandísimo afecto y reconocimiento de tenerle por su Dios y padre natural… Luego el Rey se ponía en pie, quedando los demás de cuclillas, y tomaba dos grandes vasos de oro, que llaman aquilla, llenos del brebaje que ellos beben. Hacía esta ceremonia (como primogénito) en nombre de su padre el Sol, y con el vaso de la mano derecha le convidaba a beber… Hecho el convite del beber, derramaba el vaso de la mano derecha, que era dedicada al Sol, en un tinajón de oro, y del tinajón salía a un caño de muy hermosa cantería, que desde la plaza mayor iba hasta la casa del Sol, como que él se lo hubiese bebido.
Los otros dos capítulos llevan por títulos “Adoraban al Sol, iban a su casa y sacrificaban un cordero” y “Los agüeros de sus sacrificios, y fuego para ellos”, y están dedicados a los sacrificios y rituales, con una interpretación detallada del tipo de presagios que se hacían a partir de estos rituales. En suma, una lectura fascinante y un invalorable testimonio sobre esta festividad, la principal del calendario incaico.
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