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La reciente Gala de los premios Oscar no deparó ninguna gran sorpresa, pues casi en todas las categorías triunfaron los favoritos. Tampoco hubo errores notorios (al menos nada comparable a lo de Warren Beatty y Faye Dunaway el año pasado), ni discursos polémicos. En esa normalidad y medianía imperante acaso lo más notorio fue que las películas favoritas de los críticos más rigurosos, El hilo fantasma y Llámame por tu nombre apenas obtuvieron un Oscar cada una: la primera por el Mejor Vestuario (J. Greenwood) y la segunda por el Mejor Guion Adaptado, un trabajo hecho por el veterano James Ivory. Ambas son muy buenas películas, complejas y ambiciosa historias de amor, y se pueden ver actualmente en nuestros cines.
Dirigida por el reconocido Paul Thomas Anderson (California, 1970), El hilo fantasma (The phantom thread) nos remite a Londres, a mediados del siglo XX, para contarnos la historia de un Reynolds Woodcock (interpretado por el británico Daniel Day Lewis), un importante y exclusivo diseñador de vestidos para las más elegantes damas inglesas, incluida la propia reina. A pesar del éxito y reconocimiento de que goza, Reynolds es un solitario que solo comparte su amplia y lujosa casa taller con su hermana Cyril (que recuerda a esas severas amas de llaves que tienen como paradigma a la Sra. Danvers de Rebeca de A. Hitchcock); y con eventuales “parejas”, mujeres jóvenes que él elige más como modelos para sus diseños que como amantes, y a las que pronto desecha. Así hasta que conoce a Alma (la actriz Vicky Krieps, nacida en Luxemburgo), una mesera con una personalidad muy fuerte, que inicialmente acepta las reglas de los Woodcock, pero que no está dispuesta a ser desechada.
Es entonces que se desarrolla una pequeña guerra en esa casa, entres los rigurosos modales y reglas que tratan de imponer los Woodcock y la frescura y libertad del comportamiento de Alma. Pero es un enfrentamiento que se produce a partir de pequeños detalles cotidianos: el ruido que hace Alma al untar sus tostadas con mermelada, o los cambios sutilmente en ciertos detalles de la rutina cotidiana. Y es que todo en El hilo fantasma es delicado, contenido y estéticamente logrado: el decorado de los interiores, los encuadres y movimientos de la cámara, los glamorosos vestidos, la hermosa música de fondo. Y muy especialmente el trabajo de los actores, pues tanto Daniel Day Lewis como Vicky Krieps logran transmitir, sin aspavientos ni grandes discursos, toda la intensidad de una relación que parece condenada a terminar trágicamente. Una gran película, aunque un poco lenta y acaso excesivamente artificiosa.
Por su parte Luca Guadagnino (Italia, 1971) nos remite en Llámame por tu nombre (Call me by your name) a la campiña del norte de Italia, a principio de los años ochenta, para contarnos la historia del despertar sexual de Elio Perlman, un adolescente de 17 años de edad, interpretado por Timothée Chalamet (nueva York, 1995). Elio vive con sus padres, dos profesores universitarios, quienes reciben la visita de Oliver (Arnie Harmand), otro profesor norteamericano de unos 25 años de edad quien los va a ayudar durante algunas semanas en su labor académica. Pronto se establece una relación de amistad entre Elio y Oliver, basada más que nada en la admiración mutua: Elio es un músico académico y sumamente creativo, Oliver un experto en arte clásico. Y si bien la relación parece desenvolverse dentro de los códigos de la más pura heterosexualidad (ambos tienen romances con mujeres jóvenes) hacia la mitad del relato se hace evidente que hay entre ellos algo más que amistad. Así, vemos cómo ambos van aceptando la idea, para finalmente tener una relación de pareja, breve pero sumamente intensa.
Como ha señalado la crítica, lo más logrado de Llámame por tu nombre es la recreación de la vida en esa campiña italiana: los paisajes bucólicos, las costumbres de la gente humilde y especialmente la vida de los jóvenes en un lugar tan alejado de la acelerada vida urbana. Hay largas escenas en las que los personajes solamente caminan por el campo, pasean en bicicleta o se bañan en los tranquilos ríos del lugar. Son secuencias morosas, pero sumamente sensuales, que generan el contexto para la explosión del deseo y el erotismo del último tercio de la película. Menos dada a los esteticismos, Llámame por tu nombre nos parece un película más vital y mejor lograda que El hilo fantasma. En todo caso, ambas son muy buenas películas que merecen verse en pantalla grande.
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