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Debuta en pantallas el superhéroe místico de Marvel
La moda de las películas de superhéroes (basadas en cómics) está durando más de lo previsto, y ya comienzan repetirse demasiado algunos personajes en las pantallas grandes. En alrededor de una década hemos visto unas siete películas protagonizadas por el Hombre Araña (2002-2014), y otras siete por Iron Man (2010-2016). Los directivos de Marvel, dueños de ambos personajes, se han dado cuenta de esto y ya están diversificando su oferta, rescatando a superhéroes no tan conocidos y, con ello, renovando un poco este subgénero fílmico; como sucedió con Guardianas de la Galaxia (2014) y Deadpool (2016). El más reciente de estos rescates es Doctor Strange (2016), película basada en el hechicero creado en 1963 por Stan Lee y Steve Ditko.
Stephens Strange (el actor británico Benedict Cumberbatch) es uno de los mejores neurocirujanos del mundo, pero también un millonario soberbio y engreído; hasta que (como consecuencia de un accidente automovilístico) pierde la movilidad de las manos y con ello su carrera. Buscando una solución a su problema, Strange llega a Nepal, a integrarse a una secta mística dirigida por El Ancestral (la también británica Tilda Swinton), donde desarrolla increíbles poderes místicos. Pero también se involucra en una guerra “espiritual” que se está desarrollando entre el grupo de El Ancestral y el de su ex discípulo Kaecilius, quien quiere ofrendar este mundo a Dormammu, el terrible gobernante de la región oscura del universo. Finalmente será Strange, con sus crecientes poderes, quien tendrá que encarar a Dormammu.
Hasta aquí la historia cumple con todos los lugares comunes de este tipo de películas: un héroe que está en proceso de aprendizaje y que carga una serie de culpas, y la lucha entre el bien y el mal, con algunas batallas especialmente espectaculares. Pero es en este último este último punto donde radica la originalidad de este filme: los aspectos visuales, deslumbrantes y sumamente creativos: desde los viajes “astrales” (espirituales) de los personajes hasta las transformaciones mágicas de los interiores de los edificios y las calles de la ciudad, que remiten a los momentos más brillantes de El origen, la película de Christopher Nolan. Y, en este aspecto, hay algunas secuencias verdaderamente memorables, como las persecuciones a través de ciudades que sufren las más extrañas transformaciones; o la gran batalla final, en la que los antagonistas luchan en un caótico Hong Kong, que está “marchando hacia atrás” en el tiempo.
Estos aciertos sorprenden más si se tiene en cuenta que el director, Scott Derrickson (California, 1977), es más bien un especialista en terror y suspenso, con películas como El exorcismo de Emily Rose (2005) y Siniestro (2012). Pero en esta oportunidad se muestra mucho más creativo y también como un buen director de actores, pues tanto Cumberbatch (conocido por su interpretación de Sherlock Holmes en la serie de televisión de la BBC) como Swinton resultan convincentes, a pesar de que sus personajes están alejados de su registro habitual. A todo ello se suma la dosis precisa de humor y el muy buen manejo de los efectos especiales, con las novedosas posibilidades del 3-D. Con esas virtudes, Doctor Strange se ha convertido en una de las películas más taquilleras en todo el mundo en estos momentos, y seguramente dará un nuevo rumbo a las sagas de superhéroes del universo Marvel.
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