Manuel Gago
“Yo soy yo y mis circunstancias”
La solución no está en la fiscalización para sancionar
Víctor Raúl Haya de la Torre decía que la solución está dentro de la realidad social, y que cualquier intento fuera de esa realidad no tendrá los resultados esperados. En una semana hubo dos sucesos trágicos: el primero, un pobre desquiciado que dispara contra un inspector municipal y otras personas; y el segundo, un accidente que deja siete heridos y 18 muertos carbonizados. Los accidentes y la violencia de todos los días sumados al dinero que les llega fácil a los políticos y autoridades que ponen en peligro a Perú. Podría ser un Estado fallido por inútil e incapaz de resolver problemas y por agudizarlos.
Hoy Haya de la Torre tiene más razón que nunca. Para el Estado y sus voceros y para “la opinión de los que saben”, los problemas se resuelven con más burocracia, con más normas y ordenanzas, con más fiscalizadores haciéndole la vida imposible a la población. Creen que la coerción ordenará el país. Y es allí —en la burocracia— donde la plata se diluye, se hace agua, y donde la corrupción se aviva con tantas vallas que deben sortear las personas. La solución no está en la fiscalización para sancionar, la solución está en entrenar y alienar a las personas en el cumplimiento de los deberes y responsabilidades dentro de la familia y la comunidad. Para disculparse, el conductor del accidente en Trujillo dice que se “vaciaron los frenos”. Para ese chofer la culpa no es de él, sino de su vehículo; como si el vehículo por sí mismo se inspeccionara y se reparara. Autoridades y especialistas siguen dándole importancia a las licencias y permisos como si estas fueran la médula de los problemas, como si no supieran que acá todo se falsifica y se coimea, que los exámenes médicos se venden y que mientras más difícil sea una gestión (por normas y procedimientos) las mafias se incrementan a la vista de todos. Mire la moña montada para revalidar licencias de conducir.
La tolerancia cero que pregonaba Alan García es un fiasco, como lo es también la Sutran y sus inspectores que cutrean en las carreteras.
Hoy también Ortega y Gasset tiene más razón que nunca. “Yo soy yo y mis circunstancias” alega el filósofo español. ¿Cuáles son esas circunstancias que empujaron a ese joven dedicado a la venta de salchipapas a disparar contra ese municipal y esas personas? De esas circunstancias no se habla. Solo se habla de licencias vencidas, armas ilegales, niñez desventurada sin oportunidades y el mismo rollo contra los pobres desquiciados. Ya lo dijo el doctor Élmer Huerta, “no hay perfil ni patrón, solo signos” para ese comportamiento. Punto.
Recordemos al joven tunecino Mohamed Bouazizi, el ambulante que se prendió fuego reclamando su derecho a trabajar en la vía pública. Se inmoló porque su mercadería arrebatada era toda su existencia, todo su mundo y toda su esperanza. ¿Habrá sido la misma humillación y desprecio, la misma injusticia que el sistema formal utilizó para arrinconar al joven de las salchipapas, para obligarlo a disparar con rabia y frustración en el centro comercial de Independencia? Sin hacer apología al delito y al autor del mismo, el joven ambulante empujaba su carretilla cada noche aceptando su realidad (su circunstancia), sin evadirla.
“Yo soy yo y mis circunstancias. Si no la salvo a ella no me salvo yo” (Ortega y Gasset). Ni Mohamed ni el joven de las salchipapas salvaron sus circunstancias, y mire cómo acabaron. Y no hay quién salve las circunstancias de los más pobres.
Manuel Gago
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