Giancarlo Peralta
¿Y si no eres “originario”?
Se pretende fragmentar la identidad nacional
Cada vez que las izquierdas quieren vivir de los impuestos que pagan otros ciudadanos se inventan un “nuevo producto” con la finalidad de cautivar a los menos informados. Por un lado, manifiestan que defienden los derechos de las mujeres, de los más vulnerables, de la población LGTB, de los pueblos originarios, minorías raciales, etc. Por otro lado, para lograr sus fines político-económicos, las izquierdas han decidido “empoderar” a las denominadas poblaciones originarias, entiéndase altoandinos y nativos de la Amazonía, a quienes se les debería reconocer derechos ancestrales en una especie de fórmula jurídica que denominaremos “discriminación positiva” con relación a los demás ciudadanos. Estos últimos, la gran mayoría de peruanos, serían descendientes de los conquistadores europeos, y por eso deberán seguir pagando “sus culpas” per sécula seculorum.
El argumento efectista se contrapone con la realidad social del Perú, no en vano mantiene su popularidad el dicho “el que no tiene de inga, tiene de mandinga”, frase que reconoce y revalora el proceso de mestizaje socio-cultural de la población entre los denominados “originarios” y los “no originarios”. Dicho proceso, como todos, ha tenido sus momentos de crisis, crueldad, encuentros y entendimientos; pero cada uno de ellos ha dejado de ser un grupo contrapuesto a otro en lo esencial, para reconocerse como herederos de una nación unitaria frente a la cual tenemos derechos y deberes.
Pretender, como señalan algunos, que los “originarios” hacen uso de mecanismos y herramientas del mercado generados por los “no originarios” en función a su conveniencia es una constatación de Perogrullo. Claro que cada persona o grupo social va a incorporar los beneficios del desarrollo científico y tecnológico más allá de quien los haya producido. En estos casos, entra a tallar el sentido común, si les resulta útil lo incorporan y aprovechan como parte del proceso de interculturalidad.
No obstante el fenómeno integrador de la interculturalidad, hay quienes se empecinan en resaltar las diferencias antes que los elementos de colaboración y fortalecimiento de la interdependencia. Y pueden hacerlo con fines políticos –como lo suelen hacer las izquierdas– o por pretendidos análisis sociológicos.
Por ejemplo, en la pasada Convención Minera PERUMIN 35, una de las conferencias del mayor evento en su tipo en el país y el segundo a nivel latinoamericano en su tipo, se resaltó lo positivo de que los “originarios” empleen elementos del mercado; pero que, los “no originarios” deberían entender que cuando un “originario” realiza una enajenación de sus “territorios” (cuando debió decir tierras o terrenos) estos no lo hacen a perpetuidad, como sería el concepto occidental.
En otras palabras, se reconoce que los “originarios” tienen derecho a incorporar aquello que les conviene de “occidente”; pero no tendrían la obligación de cumplir con las obligaciones que devienen del beneficio obtenido. Es decir, interculturalidad para el bien de unos, y “cierre de fronteras” a la interrelación cuando las propuestas de occidente no les satisfacen.
En consecuencia, la división trazada por quienes han calificado a algunos peruanos como “originarios” y a otros no, le concede derechos superiores a uno o varios grupos, por encima del resto de ciudadanos –aunque numéricamente sean minoritarios–, quienes se conciben como producto del fenómeno del mestizaje. Por eso, con fines políticos las izquierdas desconocen la herencia histórica en la conformación de la nacionalidad peruana, y en cada proceso electoral hablan de refundar la república, ciertamente fragmentada. Pero no es proponiendo la profundización de las diferencias que vamos a construir un país mejor para todos.
Una nación que fomenta la cohesión entre sus pobladores los reconoce como ciudadanos. Es decir, con iguales deberes y obligaciones para con la patria, tal como lo establece la Constitución Política del Perú. No propugna la separación entre unos y otros; todo lo contrario, promueve la colaboración y el engrandecimiento económico, social y cultural en su diversidad. Y para lograrlo, recurre a su historia, en nuestro caso reciente. Por ejemplo, se pregunta, ¿cuáles han sido los períodos de mayor apogeo en la república y qué consecuencias dejaron para el país? Si en estos períodos se generó más trabajo, por lo tanto, se registró un menor número de pobres más allá de si pertenecían a uno u otro grupo étnico, o si eran o no originarios.
A los “originarios” se les reconoce la posesión de tierras dentro del territorio nacional, inclusive pueden disponer libremente de ellas; es decir enajenar, transferir, vender. Por ejemplo, los “originarios” no podrían establecer tratados de anexión con otro estado, porque sería desconocer y vulnerar la soberanía del estado nacional. Y tampoco excluir a los “no originarios”, quienes por nacimiento tienen iguales derechos que los “originarios”.
Cabe preguntarse si la propuesta de fragmentación social contribuye a la forja del sentimiento de pertenencia e identidad social de la nacionalidad peruana.
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