Rocío Valverde

Y nos dieron los 95

La derrota de la selección peruana vista desde Inglaterra

Y nos dieron los 95
Rocío Valverde
18 de junio del 2018

 

Terminó el partido y el teléfono comenzó a vibrar. Me llegaban mensajes de funeral: ”Cuánto lo siento. No vi el partido, pero toda la gente no hace más que hablar del buen juego de Perú”, “Debe ser más duro estando lejos de casa”, “Debes estar chillando. Agradece que ha sido solo uno”, “Ay, qué pena, tus lágrimas han llegado hasta acá”. La verdad es que al minuto 95, luego del pitazo final, mi cuerpo se transformó en el de una malagua varada en medio de un sofá.

La bicolor se había barrido con todo, pero un solo despiste; y Eriksen, con tres zancadas, metió un pase de gol que Poulsen no desaprovechó. No podía dejar de pensar en el equipo. Qué triste es perder cuando se han hecho todos los méritos para al menos no irse con las manos vacías. Me tocó sobremanera ver a los jugadores sentados en la cancha, con los shorts manchados del verdín del campo como marcas de guerra.

Del partido rescato varias cosas. Esa tarde estaba viendo el juego con la transmisión de la BBC, en la que a los comentaristas solo les faltó un poco más de coraje para decir que este partido era un trámite para Dinamarca. Dijeron que a Perú se le conocía más por el hermoso kit bicolor que por el juego. Yo estaba hecha puro nervio, devorando unas papas rellenas, y se me atracó una cebolla en la garganta. Nadie conocía el juego de Perú, se habían quedado en la época de Nobby y su trompeta. Del presente peruano solo hablaron del “doping” de Guerrero, de la reputación de Cueva en Brasil y de que Carrillo había pasado el año en el Watford chupando banquillo. ¿No hay nada positivo que decir en la antesala de un partido? Repatriemos a Paddington, carajo.

Luego de finalizado el primer tiempo, se vio a un Cueva medio zombie recorriendo el campo en modo automático. El equipo se le acercó en manada y lo animaron a punta de gritos, palmazos y quién sabe, igual una de esas cuantas cebollas con las que me atraganté. Los británicos dijeron que era buen gesto, pero que eso no se debería hacer, que se debieron esperar a que llegue al túnel y animarlo en privado. ¿Ven qué gran choque cultural? No se entiende que este equipo es así de unido y que mostrar los sentimientos está permitido. Aquí no se oculta la tristeza ni la alegría bajo una expresión impasible.

Durante el segundo tiempo la selección luchó cada pelota hasta el final. Todos corrían, todos recogían balones perdidos. Se vio a un equipo solidario que disparó al arco, pero sin encontrar una pizca de fortuna. Tras noventa y cinco minutos de juego los de la BBC cambiaron su discurso, ahora alababan a Carrillo, a la defensa peruana, lamentaban ese tacón de Guerrero, que hubiera sido el golazo de calidad de la fecha, y apreciaban la creatividad de Cueva. Los periódicos del día domingo no hacen más que lamentar que el seleccionado nacional haya caído ante una Dinamarca con poco brillo. Me quedo con esto.

Quiero que el Mundial sirva como vitrina de exhibición para el talento del balompié peruano, y que todos estos chicos se vayan a mejores ligas. Muchachos, el Perú los apoya incondicionalmente.

 

Rocío Valverde
18 de junio del 2018

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