Manuel Gago
El baile congresal de Swing
Los Swing abundan entre los dirigentes del país
Los peruanos hemos asistido, una vez más, a un acto degradante en el Congreso de la República. El cantante y supuesto motivador, Richard Swing (Richard Cisneros), fue convocado por la Comisión de Fiscalización para esclarecer lo concerniente a sus contratos con el Ministerio de Cultura. No obstante, el personaje vinculado a la farándula no aclaró nada. Todo lo contrario, Swing ridiculizó a la representación congresal.
De antemano se sabía que el espectáculo bufonesco de Swing estaba asegurado. Lo anunció días atrás: “Vas a ver el día que vaya a declarar al Congreso, cómo va a haber 5,000 periodistas”, dijo. La inexperiencia, medianía política y falta de reflexión y acuciosidad de los congresistas sirvió para que el dichoso Swing se despachara a sus anchas en el Parlamento. Los miembros de la Comisión de Fiscalización se prestaron a la ridiculización del principal poder del Estado.
Y así como esa comisión convocará a los ex ministros de Cultura, Máximo San Román y a otros personajes implicados en el “caso Swing”, así también deberá citar al centenar de trabajadores del Ministerio de Cultura que participaron de las charlas motivacionales por no denunciar la mediocridad de los contenidos y formas de las exposiciones del cantante. Swing no hubiera durado más de un segundo en un auditorio que se precie de competente, sensato y honorable. Los funcionarios del Ministerio de Cultura fueron cómplices por pasividad. Testigos de la manera tan obscena como se maneja el ministerio. ¿Iguales o parecidos a Swing? Sus títulos para el puesto público que ocupan, ¿también serán de la dimensión de los de Swing?
Lo cierto es que los Swing abundan en la dirigencia del país. El “ciudadano cero” –del cantautor Joaquín Sabina– ansioso de popularidad, de su nombre y foto en las portadas de los medios. Una vez más se confirma cómo se gastan los recursos del Estado: sin contribuir al desarrollo ni el bienestar de la población. ¿Se puede confiar en ese centenar de funcionarios del Ministerio de Cultura? ¿Cómo llegaron a ocupar puestos de alta responsabilidad para gestionar lo “culto” en los estándares peruanos?
Pero los Swing no son culpables de su habilidad criolla y pendenciera. Y tampoco las estrellitas de la televisión basura. De esos contenidos surge Swing. Acreditados por los estándares peruanos se muestran como buenos vendiendo cebo de culebra. Charlatanes luciendo sus estupideces sin vergüenza, al amparo de quien contrata, apadrina, acoge y estimula. Cuentan también los electores.
Quienes participan en política saben que los Richard Swing abundan: astutos de medio pelo pululan alrededor de las candidaturas en tiempo de elecciones, esperando su momento. “Te organizo bases”, “te monto espectáculos para las presentaciones”, “te contacto con dirigentes que son mi gente”, insisten a los elegibles por si alguno de ellos llega. Richard Swing está donde está por la ayudadita del amigo que gobierna Palacio de Gobierno. Vizcarra promovió a Swing. Lo sacó del anonimato poniéndolo en niveles que no le corresponden. Y la culpa no es del avispado y ambicioso desmedido. Swing es un simple reflejo de la criollada y mañosería tan peruana. El doble rasero se manifiesta una vez más.
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