Venezuela y la “guerra justa”

Fue Carl von Clausewitz, uno de los autores más citados en la teoría de la guerra, quien afirmó que “la guerra no es un evento aislado, sino una parte del todo social. No es más que una extensión de la política por otros medios”. Hay ejemplos notables de guerras justas con resultados variopintos. Las Cruzadas reconquistaron el Santo Sepulcro, pero terminaron con la conquista final de Jerusalén por parte de Saladino. En Vietnam los resultados militares fueron reversados por la conmoción política en Estados Unidos y la disfuncionalidad del Gobierno sur vietnamita frente a la decisión inquebrantable de las huestes de Ho Chi Minh. En Iraq la contundente victoria militar dio paso a un conflicto que embrolló a Estados Unidos en la administración del país y el surgimiento posterior de Isis, con un pronóstico que a esta fecha aún está en reserva. La guerra de Serbia mostró, finalmente, resultados más contundentes al lograr la liberación de las antiguas repúblicas yugoslavas y la terminación del Gobierno de Milosevic y sus aliados.

En Venezuela el socialismo del siglo veintiuno (SSXXI) atenazó cerradamente a su presa, el país más rico en recursos naturales de la región, y con el concurso del Gobierno cubano, que vive del parasitismo de recursos para mitigar su incapacidad económica, y del narcotráfico, coparon el poder absoluto en un remedo de democracia, apoderándose de las FF.AA. para lograr el dominio total. En la franquicia SSXXI queda tan solo el bastión de Maduro y de su argolla, quienes deben ser eliminados sin perder de vista que cualquier desenlace militar deberá estar acompañado del manejo político que reintegre al país a la comunidad de las naciones.

Aparte de la solución bélica, que se iniciaría decapitando los centros de comando y control, existen los recursos del bloqueo monetario y comercial, la guerra cibernética y sicológica, y en la esfera política, la recuperación de las Fuerzas Armadas. El poder de Maduro nace, como lo diría Mao, del cañón de las armas y del terror que inspira su inmisericorde represión al pueblo. El conflicto bélico puede ser el medio más contundente, pero continúa siendo la opción final; tiene altos costos y no puede fallar. Por ello es menester contar con una estrategia global, aun cuando con ello se dé la impresión inicial de que Maduro está ganando la batalla. La privación económica, el acorralamiento y el ostracismo de la clase boliburguesa son herramientas certeras en el tiempo. El desmantelamiento progresivo del alto mando militar, con contundentes acciones represivas a los que han perpetrado la violencia sobre el pueblo venezolano, llevarán la fuerza de la política hacia un punto de quiebre para Maduro.

El Gobierno cubano debe hacer sus propios cálculos estratégicos frente a una situación cada vez más comprometida. El narcotráfico buscará relocalizar sus operaciones. China y Rusia, finalmente, defenderán sus intereses económicos ante un régimen que está quebrado. A Rusia su condición económica no la ayuda. Para China, su esfera de influencia directa no está en esta parte del globo.

El respaldo regional liderado por el Grupo de Lima, al cual el Ecuador se debe integrar plenamente, contribuirá al desenlace político. Atrás quedan los argumentos desgastados y falsamente académicos del no-intervencionismo, doctrina que equivale a un “quemeimportismo” cómplice frente a temas de lesa humanidad y la total ausencia de convivencia civilizada.

Sin embargo, todo lo aquí argumentado no es nada más que la punta del ovillo y el inicio de lo que debe ser el rescate de Venezuela, pues se trata de un país que de ninguna manera se merece la suerte que el socialismo le ha deparado.