Jorge Morelli
No ven el navío
El nuevo ministro de Economía y su singular punto de vista sobre el gasto público
Alonso Segura, el nuevo ministro de Economía, asegura que el “gran reto” es cómo hacer que las expectativas se reenganchen al crecimiento, cómo resucitar la inversión privada, actualmente en estado de coma. En efecto, lo primero es la inversión privada, a la que sigue el gasto público: la carreta va detrás del caballo.
No obstante, el propio ministro afirma al mismo tiempo y en la misma oración que el “primer gran reto de coyuntura es la ejecución del gasto público”. ¿En serio, este es el reto? ¿Que el Estado ejecute el Presupuesto entero en lugar de algo más de la mitad, como de costumbre?
La confusión en las declaraciones del Ministro revela el desorden en las prioridades del gobierno.
Un editorial de El Comercio ha citado al ex ministro Castilla diciendo que “el Estado es como una cafetera saturada que ya no puede procesar más recursos”. Es el primer reconocimiento explícito de que el Presupuesto es una farsa hipócrita desde hace años. Primero lo inflan al doble y luego ejecutan la mitad. En el proceso crece el poder político de quien reparte.
Hay que sincerar la situación. No se debe forzar al Estado a gastar el Presupuesto entero. Así es como creció la corrupción. Hay que reducirlo a la parte que el Estado puede efectivamente gastar. Pero no es esto lo que el ministro dice.
Comenzamos a sospechar, entonces, el porqué de la prioridad de los proyectos público-privados, en los que participa el Estado con consorcios privados en gigantescas concesiones. Lo advierte El Comercio: “los más importantes (el Gasoducto y Talara) parecen no responder a una lógica económica –o a cualquier tipo de lógica que no sea populista– y no serían viables si no contaran con lo que al final son diferentes formas de subsidios estatales –es decir, con la cortesía de los contribuyentes–”. Sugiere que Castilla habría estado en desacuerdo con estos proyectos y que “es posible que el ex ministro haya cedido a estas medidas demagógicas para salvar otras cosas”.
A esta minucia estamos atados mientras las dos grandes reformas pendientes para formalizar al 70% de los trabajadores peruanos –la laboral y la tributaria- ya no las hará este gobierno. Apenas si avanzará en la reforma regulatoria para destrabar las inversiones público-privadas que tanto le interesan.
El Comercio concluye que “lo que el nuevo ministro tiene que tener claro es que no recibe ninguna situación que pueda prestarse a pilotos automáticos”. Y, sin embargo, eso es exactamente lo que el gobierno hará: más de lo mismo. Gobernar, en cambio, es fundar pendientes, decía Saint-Exupery. Reflexión del gobernante: “si voy a ver a los herreros los hallaré forjando clavos. Si visito a los leñadores, los encontraré abatiendo árboles. Si busco a los astrónomos los veré observando estrellas. Si pregunto qué habrá en mi reino mañana, dirás que habrá reservas de clavos, de maderas, de observaciones de estrellas. Pero, miope, no has descubierto la construcción del navío”. Para eso son los clavos, las maderas y las estrellas. Esa es la pendiente. Fundarlas es la labor de quien gobierna.
Pero, lejos de eso, el gobierno solo quiere suscribir sospechosos contratos público-privados con los que fabrican clavos, cortan maderas y observan estrellas.
Por Jorge Morelli
(17 Set 2014)
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