Berit Knudsen
Valores morales versus valores económicos
Democracia para elegir a los gobernantes, pero también para controlarlos
En medio de esta nueva crisis mundial, seguimos enfrentando la batalla cultural que no terminó con la caída del muro de Berlín ni con la disolución de la Unión Soviética. Hoy el mundo, y también el Perú, siguen divididos.
El profesor Yuval Harari, doctor en Historia Universal, afirma que “la batalla cultural enfrenta corrientes contradictorias, como si tuvieran que elegir la derecha por el nacionalismo y la izquierda por el liberalismo. Ucrania nos recuerda que ambos conceptos van juntos, que no se oponen y se unen en el valor central que es la Libertad. Hoy vemos a una nación que pelea por su supervivencia y su libertad. El terreno común es que el nacionalismo no se centra en el odio de las minorías, sino en el amor por tus compatriotas, y llegar a acuerdos pacíficos sobre cómo queremos manejar el país juntos y acabar con esa guerra cultural”.
El Perú necesita construir una identidad basada en el concepto de nación y el sentimiento de pertenencia a una colectividad histórico-cultural, pero con características propias en las diferentes regiones. El sentido de nación se construye de abajo hacia arriba, partiendo del núcleo familiar, donde el individuo desarrolla los primeros rasgos de su identidad. Un círculo que se va ampliando en el barrio, el colegio y las instituciones a las que cada uno va perteneciendo, mientras se va ajustando a las normas sociales. Este proceso de asimilación cultural incluye también el desarrollo de sentimientos; como el sentido del deber, la capacidad de “renuncia” (para garantizar el bien común) y las necesidades colectivas.
Este esquema es inverso con respecto al Estado y los gobernantes, ya que la rendición de cuentas viene de arriba hacia abajo, como obligación de la clase dirigente ante la ciudadanía. Este concepto no es entendido por los gobernantes de turno en el Perú, que evidencian un autoritarismo que va en detrimento de la democracia.
En el Perú existe otra realidad más grave y burda. Pareciera haber una triste “confusión” en la clase dirigente, que antepone sus intereses personales y valores económicos, abandonando la ética y la moral en esta lucha para copar el poder y destruir las instituciones. La ignorancia que manifiestan los actores del Ejecutivo y el egoísmo en los tres poderes del Estado se ven agravados por esa ausencia de principios y valores. Un escenario donde los verdaderos perdedores somos todos los peruanos; y los más perjudicados, los ciudadanos de escasos recursos.
El orden económico depende del orden moral, que solo puede existir si la sociedad respeta las normas y los valores con un sentido de responsabilidad que genere confianza. La semilla del odio y el discurso divisionista hacen peligrar estos valores, propiciando el conflicto y el enfrentamiento irracional del que somos testigos.
El sueño de los gobernantes autoritarios es controlar –con un grupo minoritario– el poder, y no les importa el bienestar de la población. El pueblo, por su parte, solo busca un futuro mejor para sus familias, con un gobierno que garantice estabilidad y confianza, calidad de vida y una convivencia en armonía.
Qué podemos esperar de un gobierno donde el presidente del Consejo de Ministros de turno, Aníbal Torres, en un acalorado discurso público manifiesta que “… la democracia es el Gobierno del que triunfa en las elecciones y el que triunfó fue el presidente Pedro Castillo para gobernar este país por cinco años… en el caso de que se amenace a la democracia, podemos descolgarnos por los cerros y llegar a la capital para defenderla”.
Yo le pregunto al doctor Aníbal Torres: ¿no es la democracia un sistema político que defiende la soberanía del pueblo y el derecho del pueblo a elegir, pero también a controlar a sus gobernantes? Es por eso que esos cinco años están supeditados, según la Constitución, a la capacidad moral, los principios y los valores que hoy no vemos en el actual gobierno. El presidente al que Torres defiende debe rendir cuentas al pueblo por la incompetencia y corrupción de sus funcionarios. También debe explicar su participación en todos y cada uno de los escándalos, y justificar el dinero malversado, fondos que son de los contribuyentes y no del Estado. Eso es lo que reclama el pueblo.
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