Manuel Gago
Unidad contra las brechas sociales
La unidad nacional debe prevalecer como un puño, una unidad, un todo
El premier Fernando Zavala consiguió el voto de confianza para el primer Gabinete de la era PPK. En su presentación dijo que “Fujimori impulsó reformas fundamentales para estabilizar la economía, recuperar la vitalidad productiva y combatir el terrorismo”. No es la primera vez que Zavala se pronuncia favorablemente sobre el gobierno de Fujimori. Sus palabras no han sido para ganarse las gracias de Fuerza Popular. Keiko Fujimori ya sabe que si ella es parte de la edificación el 2021 sería suyo. La población no ve con buenos ojos el obstruccionismo.
Aun cuando la oposición tuvo tonos distantes con el gobierno, el voto de confianza debía llegar. Negar la investidura a un gabinete inaugural crearía una crisis innecesaria. Así, se estarían volteando tantas páginas que ensombrecieron la campaña electoral anterior y curando las heridas con las disculpas oficiales. Eso de que “las propuestas serán leyes” y que habría un gobierno paralelo, quedan para la calistenia de los analistas. Saludamos el voto de confianza. “Histórico” dicen, por su abrumadora votación. Sin embargo, la política debe mantener tonos mesurados. La fiscalización no se ejerce yéndose de boca, con expresiones que alientan a las plateas partidarias.
En 1990, cuando Alberto Fujimori asumió la Presidencia, el Perú estaba casi quebrado y con la moral ciudadana hecha trizas. Éramos inelegibles, sin confianza y con pocas esperanzas. Los terroristas, compinchados con los narcotraficantes, tenían controladas “zonas liberadas” y secuestrados a cientos de asháninkas. El Estado no existía en la serranía. La difícil situación se enfrentó de manera unida, con un solo comando para un solo destino. Todos los esfuerzos contra la inflación y el terrorismo, que socavaban la débil democracia. Con ese argumento, algunos sostienen que —con un carácter antidemocrático— Alberto Fujimori copó el Estado.
El congresista Edwin Donaire nos recuerda que Ayacucho “ha llorado y sufrido en esos años, y sus parajes hoy lucen desolados por la corrupción y el narcotráfico, y con una tremenda falta de voluntad para combatirlos de parte del Estado”. Cierto. Hoy en Ayacucho, innumerables “cooperativas de ahorro y crédito” operan impunemente, lavando dineros provenientes de la coca. Buena parte de 7,000 taxis que hoy circulan en Huancayo se compraron con “créditos” de esas “cooperativas”, que según el ministro del Interior, ya deben haber sido intervenidas. Decenas de edificios desocupados, construidos por “emprendedores de la construcción”, son otra muestra de un país penetrado por el narcotráfico.
De bandas terroristas asolando el país con coches bombas, paros armados y juicios populares, hemos pasado a una criminalidad y violencia social que excede todos los límites. El Poder Judicial, la Policía Nacional, el Ministerio Público, los gobiernos locales y regionales, las instituciones públicas y organizaciones sociales no pueden seguir trabajando en lo suyo, cada quien haciendo lo que cree debe hacer, sin horizontes compartidos y sin una visión nacional única. Ni el Congreso, ni el Ejecutivo pueden andar por su lado, no pueden trabajar por estancos, aislados, con iniciativas y objetivos propios, independientes y hasta enfrentados. Si en la política prevalecen las cuotas de poder y los intereses de grupo, en el Estado esos intereses no pueden mutilar la unidad nacional ni pulverizar los presupuestos. No deben sobrevivir entorpeciendo los objetivos nacionales.
“En el tema social están las brechas más grandes” ha dicho Zavala. Y es allí donde la unidad nacional debe prevalecer como un puño, una unidad, un todo, sin fragmentarse por razón alguna.
Manuel Gago
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