Carlos Adrianzén
Un gran candidato
Cuatro tips para elegir buenos candidatos presidenciales
En medio de esta pandemia, enclaustrados en sus habitaciones y transitando con todas las mascarillas y precauciones que podamos, los electores de abril próximo la tenemos difícil. Además de los antecedentes (eso de que nuestras elecciones pasadas no estuvieran exentas de repetidos errores), las enormes sombras del proceso (el ya tradicional y desequilibrado comportamiento de los medios, las encuestadoras y la burocracia electoral), y el cortísimo tiempo asignado para elegir (recién el 8 de febrero sabremos exactamente qué planchas presidenciales resultarán finalmente habilitadas para competir), los electores operan bajo severa incertidumbre.
Es por ello que en estas líneas deseo ofrecerles cuatro tips que –espero– los ayuden a discriminar. A no recaer en los engaños o flujos de información falsa que pudiera abrumarlos en este brevísimo lapso de campaña electoral.
1. Cuidado con los diagnósticos
El discurso de cada candidato tiene un diagnóstico detrás. Los hay diligentes, escondidos o incoherentes. No es raro que entre las decenas de recetas proliferen los lugares comunes. Pero recuerde: solo un diagnóstico acierta. Descarte a los candidatos que solo le ofrezcan lo que usted desearía escuchar, aunque su propia experiencia le enseña que no se ajustan a la realidad. Este señor lo está engañando. No hará, o no va a poder hacer, lo que ofrece. En esta elección, en este ámbito, abundan los candidatos que parecen no tener la menor idea de donde estamos y que han sido informados por sus asesores de que el grueso de los electores, tampoco...
2. Ojo con los planes de gobierno
Mucha gente cándida nos ha hecho creer que si el JNE obliga a los candidatos a llenar un formulario más (al que llamaremos plan de gobierno) en su trámite de inscripción de la candidatura, podremos votar más informados. Desdichadamente esta creencia es falsa. Sin desmerecer el esfuerzo de quienes prepararon los veintitantos trabajos ingresados al portal del JNE, estos documentos implican una suerte de formulario rellenado, pero desconocido por los candidatos. Algo repleto de ofertas agradables, con diagnósticos sinuosos, que evita exponer acciones de ajuste y cuya carencia de lógica lo hace contradictorio.
Dado que el Jurado no tiene la capacidad técnica de discriminar documentos flácidos, la lectura del grueso (20+) de estos planes puede ser engañosa (para los pobremente formados en economía) y tremendamente aburrida y decepcionante a los que lo son. Frente a esto, mi recomendación es que lea otra cosa y escuche más bien a sus voceros. Recuerde que no es raro ni inusual que los candidatos desconozcan o alteren a último minuto el documento. Que, como el comandante Humala el 2011, estén más que dispuestos a ajustarlo o sustituirlo, si así atraen más votantes (acordémonos de la Gran Transformación chavistoide y sus sustantivas alteraciones en la llamada Hoja de Ruta)
3. Los “equipos intercambiables”
La ausencia de partidos políticos consolidados hace que ser colaboradores de un candidato o gobernante implique una relación inestable. En el pasado hemos visto equipos de colaboradores moldeables, cambiantes y que se adaptan. Aunque el contenido ideológico de cualquier posición política puede estar lejos de su comprensión, ellos son marxistas apasionados… en la versión de Groucho. No dan confianza porque usualmente tienen un rol detergente y blanqueador.
Eso sí. Sus lealtades tienen fecha de expiración y se valoriza mucho la experiencia burocrática en gobiernos fracasados. Son reclutados justamente por ello.
4. Existe un chequeo implacable
Dado que les he sugerido tener mucho cuidado con los diagnósticos, planes y equipos de cada candidato, y que me comprometí a ayudarlos a discriminar, en este cuarto y último consejo buscaré compensarlos. En primer lugar, recuerde que la frase; “roban, pero hacen obra”, es una mentira gigantesca. Quienes roban no están preocupados en hacer obra o visualizar soluciones a los problemas del país. Están preocupados en esconder lo que roban o que les paguen las coimas; o –si acumularon más de una veintena de casas en un quinquenio– que no los metan presos. Si en el latrocinio quedó alguna obra, eso fue una casualidad o maquillaje residual. Es decir, el mejor criterio para discriminar un candidato implica anticipar si es o no un personaje que mantendrá o elevará la corrupción.
Y para ello sirve que usted tenga claro que: (1) Si culpa a privados y encubre que la corrupción es esencialmente un fenómeno burocrático. Es decir, que es sugestivamente tolerante con los coimeros, coimeados o ciegos sordos y mudos a todo nivel o región de gobierno. (2) Si no ofrece introducir incentivos implacables contra la corrupción burocrática. Que castigue desde los choferes a los presidentes. Cero discriminaciones por ideología, sexo o región. Si su candidata es vociferante, lava la bandera y participa en marchas, pero es tibia u olvidadiza de estos temas, resulta previsiblemente que ella es una candidata procorrupción. Y particularmente, (3) Si ofrece inflar el gasto estatal. Y es que, con instituciones e incentivos prostituidos, a menor gasto estatal, habrá menor corrupción burocrática. Ergo, mayor crecimiento y menor pobreza, Y viceversa.
Nótese: si su candidata solo habla de alguno de estos tres puntos… la cosa es mucho peor. Como ven resulta un chequeo facilito. Mucho más efectivo que leerse miles de páginas aburridísimas y flácidas. Aquí las poses vociferantes, a lo Ollanta Humala, Nicolás Maduro, Cristina Kirchner, Susana Villarán o Martin Vizcarra, solo cierran el círculo. Eso sí, luce predecible que aplicar este chequeo, accesible para usted, si omite sus preferencias ideológicas, descartaría a la mayoría.
Ahora bien, si alguien se atreve a decir claramente que va a hacer lo que hay que hacer (basado en lógica y hechos, no ideología), tendríamos al frente a un gran candidato.
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