Fernando Vigil
Un análisis económico del amor
Cálculos de costo y beneficio en los sentimientos
Febrero, mes del amor, momento perfecto para expresar a quienes queremos todo lo que llevamos dentro, pero también para evaluar nuestras relaciones amorosas y saber si vamos por el camino correcto a la felicidad.
¿Pero por qué decidimos tener una relación con alguien? Para responder esta pregunta es preciso entender que el amor es un bien escaso, ergo una institución económica. Es por ello que está atiborrada de irracionalidad, sin embargo no deja de ser una decisión. Pero el mercado del amor es imperfecto, por ello la información que necesitamos para tomar la mejor decisión nunca es la suficiente (“uno nunca deja de conocer a su pareja”) o como ocurre casi siempre, nuestras emociones nos juegan una mala pasada y procesamos mal la información que recibimos. Ya es muy tarde cuando nos damos cuenta que tomamos la peor de las decisiones.
Desde una visión praxeológica, la teoría de la “Acción Humana” desarrollada por Ludwing von Mises, nos invita a comprender que para la satisfacción de nuestras necesidades –lo que significa el alcance al menos temporal de la felicidad– los seres humanos tomamos decisiones en el mercado todo el tiempo, haciendo valoraciones subjetivas y un análisis costo-beneficio de lo que necesitamos para tal fin.
En el amor ocurre lo mismo. La personas que deciden iniciar una relación se dan cuenta que es más beneficioso estar juntas y más costos estar solas. Asimismo, eligen a su futura pareja dentro de todas las personas con las que podrían estar porque la valoran más. Es decir valoran mucho menos su soledad y mucho más la compañía de la persona a la que eligen, renunciando voluntariamente a la soledad y a los demás postores. Cuando se produce este cruce de intereses y valoraciones se genera lo que dentro del derecho conocemos como “contrato de prestaciones autónomas”. Es decir, un mero contrato de sociedad en virtud del cual la pareja puede cooperar para alcanzar la satisfacción personal y conjunta con los menores “costos de transacción” posibles. Y es que como diría el nobel de economía Gary Becker, los individuos somos seres racionalmente calculadores que estamos valorando en todo momento beneficios y riesgos, y solemos creer que quien nos guían es el corazón, pero en realidad es el “cálculo de la utilidad”.
Pero las relaciones también llegan a su fin, y esto ocurre porque los costos de transacción superan a los beneficios del amor. Es por ello, que la única manera de hacer duradera una relación es brindarle a tu pareja el suficiente beneficio emocional que le haga sentir que logra mayor satisfacción individual como pareja contigo, y así evitar que valore mucho más su soledad, o que encuentre un mayor beneficio de la competencia en el mercado.
Desde el pensamiento objetivista, Ayn Rand coincide con estas afirmaciones. En su obra “El Manantial” el Roark dice una frase contundente: “Para decir yo te amo, primero hay que aprender a decir YO”. Es que para amar a alguien primero hay que amarse a uno mismo. Puede sonar egoísta, pero somos egoístas racionales por naturaleza. Pues como diría Rand una vez más: “El amor no es sacrificio, sino la afirmación más profunda de tus propias necesidades y valores. Es para tu propia felicidad para lo que necesitas a la persona que amas, y es el mayor elogio, el mayor homenaje que puedes rendirle a esa persona.”
Por: Fernando Vigil
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