Carlos Arnillas Denegri

Tierra de nadie

Tierra de nadie
Carlos Arnillas Denegri
10 de marzo del 2017

La delincuencia y el sicariato crecen incontenibles

El año pasado las cifras relacionadas con la comisión de delitos fueron escalofriantes, hasta el punto de que las estadísticas del Instituto de Estudios de Integración establecen que el 80% de la población cree que la delincuencia va en aumento, y que de los treinta millones de peruanos, la tercera parte ha sido víctima de algún delito.

Los porcentajes más altos se dan en las grandes ciudades, justamente donde los controles policiales son más exigentes y el soporte tecnológico a los agentes del orden debería facilitar la lucha contra la delincuencia. Sin embargo, la realidad es totalmente distinta, y las cifras de los dos primeros meses del año nos indican que la delincuencia sigue creciendo.

Todos los días asaltan cambistas, estaciones de grifos, bancos, establecimientos comerciales, restaurantes, casas particulares y a muchos transeúntes, que hasta por un celular pierden la vida. Hoy cualquier delincuente porta armas de fuego, sin que los controles ni esfuerzos de la Superintendencia Nacional de Control de Servicios de Seguridad, Armas, Municiones y Explosivos (Sucame) hagan algo eficaz para disminuir el uso indiscriminado de armamento.

Estamos en la tierra de nadie. Según el INEI en el 2016 el 29.7 % de la población menor de quince años confesó haber sido víctima de algún delito. Estas agresiones y robos se repiten diariamente y los culpables son, en su mayoría, los mismos delincuentes que tras breve detención son liberados por haber cometido robos de menor cuantía o porque el fiscal, sabe Dios por qué razones, los dejó libres.

Los robos en los hogares tampoco han disminuido, manteniéndose el 42% registrado el año pasado y quedando la mayoría de casos impunes. Por esta razón la delincuencia ahora irrumpe con mayor violencia, ante la impotencia de una ciudadanía desprotegida, debido a un gobierno que no ata ni desata en materia de seguridad ciudadana.

Ha llegado la hora de que el presidente de la República, Pedro Pablo Kuczynski, asuma de una vez por todas el liderazgo en el Consejo Nacional de Seguridad y emprenda la lucha en varios frentes contra la delincuencia. Una delincuencia que junto a la corrupción de funcionarios vienen minando seriamente las bases de nuestra endeble democracia. La población advierte una falta de liderazgo que debe ser corregida de inmediato, antes de que el desánimo y la anarquía hagan presa de nuestro pueblo.

Han pasado ocho meses de gestión del ministro del Interior, Carlos Basombrío, y aún no se ven resultados. Requerimos de un gran líder, con visión estratégica y experto en la implementación de acciones tácticas e investigación criminal, que pueda enfrentar en el corto plazo el incremento delincuencial. Y en paralelo, articular los esfuerzos policiales dentro de una estrategia integral que involucre la participación de los diferentes actores de la sociedad civil.

Recordemos que al inicio de la gestión de Basombrío se pasó al retiro a más de 50 generales, 800 oficiales de diversa graduación y personal subalterno en número indeterminado, creando desconcierto, desaliento y zozobra en la fuerza policial, con los consiguientes resultados adversos que hoy exhiben las estadísticas delincuenciales. Esta difícil situación exige un cambio sustantivo en la conducción de la política de Gobierno Interior, hoy manejado por sociólogos y abogados, mientras que los especialistas en la preservación del orden se encuentran supeditados a los experimentos del clan Basombrío.

Los últimos reportes del presente año, dan cuenta de 29 policías muertos en manos de la delincuencia, incremento del sicariato —donde el hampa reina a su antojo—, y una población cada vez más atemorizada debido a la inercia de aquellos que prometieron mucho, y no han cumplido nada hasta la fecha. Por ello un cambio de timón en el Ministerio del Interior resulta hoy urgente

Carlos Arnillas Denegri

 
Carlos Arnillas Denegri
10 de marzo del 2017

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