Eduardo Zapata
Sobre mentecatos y mentecatismo
Quienes hablan y actúan sin discernimiento propio
Una de las grandes virtudes del lingüista Roman Jakobson era su vocación multidisciplinaria. De allí que sus asertos lingüísticos sean susceptibles de extrapolarse más allá de las fronteras del lenguaje, extensibles al todo del quehacer humano y al todo de la comunicación. Precisamente Jakobson en sus Fundamentos del Lenguaje nos dice: “Para estudiar adecuadamente una ruptura en las comunicaciones, es preciso haber entendido previamente la naturaleza y la estructura del modo particular de comunicación que ha dejado de funcionar”.
En las horas difíciles que vive el Perú es indispensable subrayar en lo interno la separación Estado/individuo; una separación comunicativa de la que poco o nada nos hemos preocupado. En lo externo, nuestro decir como país queda circunscrito –con demasiada frecuencia– al buen pensar y decir de algún canciller o algún diligente embajador. No hay voz propia permanente del Estado, entonces, ni interna ni externamente.
Charles Morris, el gran impulsor de la semiótica pragmática –aquella que ve los signos fenomenológicamente en movimiento– señalaba que los sistemas de signos generados por un organismo social eran comunicativamente eficientes si tenían una teleología clara, si contribuían a orientar a los miembros de un colectivo en un espacio y tiempo determinados, a reconocer sus intereses comunitarios y a operar de acuerdo a ellos. La conducta social necesita, por tanto, dirección respecto a lo relevante en función de sus objetivos, indicación acerca de cómo lograrlos así como predicación respecto a la teleologicidad trazada.
Lo que viene aconteciendo en el país nos habla de un Estado-entelequia conceptual y no de un organismo vivo. Los acontecimientos nos urgen precisamente de definiciones como las reclamadas por Jakobson y Morris.
En un país donde se reclama el diálogo, ocurre que no hay interlocutores dialogantes. Porque quienes administran el Estado no formulan y menos comunican propuestas atractivas para el todo de la población. Con aquella con la que se puede dialogar, pues el terrorismo no dialoga.
Es necesaria una propuesta concreta de obras, servicios y futuro para el sur peruano. Poco sirven las palabras vacías e infladas. Si se acude a estas tal vez solo sirvan para la inacción o para ocultar los protervos intereses de quienes las enuncian. Las Constituciones pueden ser un perfecto pretexto para esto. En este contexto resulta dañino para el tejido social que hasta hoy y desde el Gobierno no se hayan formulado ni llevado a la práctica eficaces campañas de comunicación interna y externa. Propuestas, gestión y comunicación.
La palabra mentecato ha caído bastante en desuso. Proviene de las voces latinas mente captus que significan privado o cogido de la mente. Un mentecato es así quien dice u obra sin discernimiento propio; o aquel que bravuconea o chilla, sin discernir, reclamos casi guturales.
Podemos repetirlo con varios: no hay no-conducta. Es imposible no comportarse. Y si aceptamos que toda conducta en una situación de interacción tiene un valor comunicativo, podemos deducir que por mucho que uno lo intente finalmente no puede dejar de comunicar. Pusilanimidades en acciones de gobierno y complicidades escondidas frente a situaciones que no admiten ni mentecatos ni mentecatismo.
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