Paul Neira
Show me the money, o cuando la plata (aparentemente) ya no es un problema
Focalizar todos los esfuerzos en los aprendizajes de los estudiantes
A inicios de semana el Ministerio de Economía y Finanzas (MEF) entregó al Congreso de la República el proyecto de Ley de Presupuesto para el año fiscal 2017, en estricto cumplimiento de la ley. Sabemos que dicho presupuesto ha crecido en 4.7% respecto del vigente del 2016. Destinamos así, todos los peruanos S/. 147,472 millones para el funcionamiento de todo el aparato del Estado.
En el comunicado entregado por el MEF, respecto a los recursos dedicados al sector Educación, dice textualmente que: “para lograr una Educación Pública de Calidad, en el proyecto de Ley de Presupuesto 2017 se consideran recursos por S/ 26,181 millones, representando el 18,4% del presupuesto total. Este monto es 5,2% mayor respecto al año 2016”. El dato no es de menor importancia, puesto que se confirma una tendencia de aumento de recursos para el sector de forma consistente, a pesar de los cambios de gobiernos. Si bien existe un crecimiento natural y orgánico interanual que viene desde el 2001, Se debe de reconocer que en el último lustro el crecimiento del presupuesto para Educación ha sido sin precedentes.
Esta tendencia histórica estaría dando señales claras de que el “tema” de los recursos ya no sería un problema. Es decir, las épocas en las que el sector tenía que pelear por fondos y recursos parece haber acabado. Cubierto esto, entonces, me pregunto en dónde focalizar las preocupaciones de este importante sector. Mi recomendación es no caer en la tentación de quedarnos dando vueltas alrededor del consabido discurso de lograr una educación de calidad. Mi recomendación no es caminar ese sendero que nos obliga, casi torciéndonos la mano, a pensar las políticas públicas solamente desde la lógica de la oferta del servicio educativo y confiar en que las evaluaciones (como entelequias objetivas, técnicas y confiables estadísticamente) nos muestren que la calidad es un número. Por ejemplo, 28% de estudiantes promedio que, en segundo de primaria, están en el nivel logro de la Evaluación Censal de Estudiantes.
El gigantesco peligro de entrar a esta danza es que invisibiliza el aprendizaje como el verdadero sentido de todo el sector educación, con sus cientos de miles de profesores, colegios, millones de alumnos, familias y comunidades enteras involucradas en el salón de clases. El gran reto ya no es cómo conseguir más recursos, al estilo show me the money de la película Jerry Maguire, puesto que aparentemente esto ya es una verdad incuestionable en el Ministerio de Economía, sino en cómo hacer que esos recursos sean enfocados en aquello que me gusta llamar la Tasa de Retorno de Aprendizajes (TRA).
Ello implica dejar de lado las triquiñuelas de calcular la cantidad invertida sobre el número de estudiantes del sistema público de educación. Lo que se debe saber es cuánto de cada sol invertido en el sistema educativo (según mi plan de políticas públicas) se convierte en retorno de aprendizaje real y proyectado. Saber esas cifras creo que podría generar un impacto enorme, pues pasaríamos de una preocupación medianamente informada sobre la educación en nuestro país a un terror generalizado entre todos los peruanos (desde los de a pie hasta los de banda presidencial), de que si no cambiamos y nos obsesionamos por los aprendizajes podríamos ser un país inviable.
Y es que no nos hemos puesto a pensar que esa extraña paradoja de ser un país en franco y sostenido (aún) crecimiento económico que convive al mismo tiempo con unos niveles de inseguridad, informalidad, desconfianza y poca urdimbre de bien común, tiene su raíz más profunda en la poca apuesta que hemos hecho como sociedad por la educación, y en específico por los aprendizajes. Desde un punto de vista estrictamente pragmático, lo que requiere una sociedad que está buscando construir desarrollo más orgánico, justo, democrático, ciudadano y equitativamente distribuido son mejores aprendizajes para nuestros hijos. Y para sacar este proyecto adelante es necesario el esfuerzo de todos los actores, y no solo del Ministerio.
Si la plata ya dejó de ser un problema, entonces ahora focalicemos todos los esfuerzos en lo que realmente vale la pena en educación: los aprendizajes de los estudiantes. El resto podría ser un oropel vacuo y muy caro para un país que no se puede dar el lujo de desaprovechar esos recursos.
Paul Neira
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