Darío Enríquez
Se acabó el referéndum. Ahora sí a trabajar
¿Para cuándo Lava Jato, Sr. Presidente?
Tenemos un escenario nacional en el que la polarización continúa, solo que los ánimos se han extremados en uno y otro lado. Las cifras del referéndum se acompañan de un ausentismo elevado, superior a cualquiera que se tenga memoria. Hay un hartazgo generalizado, que se expresa en forma de violencia política verbal, actitudinal y, en ciertos momentos, física. Esperemos que esto último no siga creciendo.
No es un dato menor que la cifra de 85% a favor de las imposiciones de Vizcarra, sometiendo al Poder Legislativo y quebrando el equilibrio de poderes, se reduzca a una relación 58% versus 42% cuando se considera el ausentismo. A diferencia de una elección que tiene hasta una veintena de candidatos, en un referéndum el ausentismo tiene una interpretación más precisa: “no”.
Algo que muy pocos analistas han notado es que el desinterés de los ciudadanos no es gratuito. Es en verdad, en muy buena parte, expresión de escepticismo. No creemos en la política, tampoco en los políticos y menos en ese ogro extorsionador, corrupto y corruptor que es el Estado. Pero se ha buscado una válvula de escape, y el presidente Vizcarra —desde su posición de poder— ha maniobrado para aprovechar las circunstancias y tomar posición en el ajedrez político en el que hasta hace poco era un intruso.
Sin embargo, el discurso de Vizcarra ha liquidado principios básicos del modelo democrático liberal, que es el estándar internacional desde el que se definen todas las variantes del mundo libre. Así, con la prohibición de reelegir a congresistas —algo que no existe en ningún país del mundo— se quiebra la esencia misma del Congreso como expresión de diversidad y representatividad de esa diversidad. No tiene sentido alguno que se prohíba ser congresista a quien no me gusta. Mi derecho es que alguien me represente en el Congreso, no impedir que otro sea representado. En nuestro Perú, la cultura cívica y democrática es pobrísima.
Al final, a la mayoría le importa poco los principios, porque es verdad que estos son demasiado “elásticos” en nuestro Perú. Casi todo es más de lo mismo. Hay enorme escepticismo. La gente quiere ver trabajar a Vizcarra, pero tampoco le cree mucho. No hay otra. Y serán muy exigentes a partir de este momento, porque ya se le acabaron los pretextos al presidente accesitario. Ya se acabó el recreo, ahora sí el Gobierno debe trabajar.
¿Qué se nos viene? Consideramos que hay tres grandes temas y dos terribles efectos que deben ser controlados. Los tres temas son: 1) Lucha efectiva y extendida contra los implicados en la megacorrupción, en especial los que realmente están involucrados en Lava Jato y que hasta ahora ni los tocan); 2) Reconstrucción del norte, que siendo de una urgencia extrema no moviliza aún ni el ánimo ni las mayores energías de este mediático Gobierno; 3) Reactivación económica, porque se aprecia que podríamos estar camino a la primera gran recesión del siglo XXI para nuestro país. Cuidado.
Dos terribles efectos a controlar: 1) Quiebre de la cadena de pagos en el sistema financiero, debido a la ralentización del crecimiento económico y el incremento de la morosidad; 2) Convulsión social alentada por las izquierdas no elitistas, quienes tienen una agenda conflictiva. Ellos pretenden aprovechar la ineficacia del Gobierno y las evidencias de que la megacorrupción sigue siendo protegida desde dentro y también desde fuera por los poderes fácticos. Los supuestos avances anticorrupción solo son fuegos artificiales, y la situación económica continúa deteriorándose.
Cada día que pasa, los ciudadanos abren más los ojos a la realidad. Es repulsivo y condenable que políticos de sucesivos gobiernos —entre 2001 y 2018— se hayan entregado a las fauces de la mafia internacional de Odebrecht y sus operadores locales, encabezados por GyM. Pero eso no es ni por asomo lo más grave, es solo la punta del iceberg. Hay una larga lista de intocables más allá de la política, que empieza por operadores financieros internacionales, corruptos y corruptores, como PPK (él no juega rol de político en la trama megacorrupta), líderes de opinión en medio de relaciones “extrañas” con Odebrecht (recordemos el panegírico vergonzoso de un conocido comunicador en Peru21 endiosando a Odebrecht), investigadores de universidades de prestigio perpetrando informes viciados a favor de las obras de Odebrecht y cía., grandes estudios de abogados al servicio de las fechorías de la megacorrupción, la gran prensa hiperconcentrada defendiendo sus intereses como socios corruptos y corruptores de Odebrecht y cía., asociaciones de prensa y ONG recibiendo dinero de Odebrecht a manos llenas, sin que hayan rendido cuentas de ello, organizaciones sociales y sindicales alimentando conflictos para presionar autorización de obras corruptas a favor de Odebrecht y cía., etc.
¿Para cuándo Lava Jato, Sr. Presidente?
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