Eduardo Zapata
Sal en la herida
La división maniqueísta entre peruanos
Como lo asumía Charles Peirce, hablando del capítulo de la Semiótica Pragmática, los símbolos no son lo que son sino lo que parecen. Y este hecho lleva a muchos a ver en la realidad –¡y hasta entusiasmarse con ello!– acaso lo que en ella no existe.
En el fondo ahondar diferencias. Crear oposiciones. Dividir, allí donde en el fondo hay consenso. Hacer sangrar más las heridas. Ese pareciese ser el papel de algunos frente al resultado de las recientes elecciones nacionales.
Claro que creo –con Searle– que la realidad existe independientemente de quien la percibe. Doscientos años de historia independiente y sus resultados están allí. Pero creo también que el mundo simbólico nos puede hacer ver esa realidad de una u otra manera. Llegando a usurparla.
Ya para la segunda vuelta electoral el símbolo emocional le había sacado ventaja a la realidad objetiva. ¡El Perú está dividido en dos! ¡Hay dos Perús enfrentados! Y desde la Academia se escuchaban voces con la banalizada palabra visibilización: “ los excluidos se han visibilizado”, se decía. Y la industria mediática no hizo otra cosa que alimentar la oposición pobres versus ricos, cholos versus blancos, llegando al extremo de ofertar una opción –conveniente y maniqueamente acomodada– entre derechas e izquierdas. Tal discurso ha continuado luego de la proclamación del Señor Presidente de la República, Pedro Castillo.
Sin embargo, ocurre que esa división simbólica había sido ya trabajada convenientemente, a lo largo de la campaña, para favorecer una de las dos candidaturas. ¡No más pobres en un país rico!
Pero ya el análisis de los resultados de la primera vuelta electoral nos lo decía. Si al señor Castillo se le quería poner como representante de la izquierda, esta apenas había bordeado el 20%. Aun sumándole los votos de partidos afines que no alcanzaron inscripción o la alcanzaron apenas, estábamos frente a un 30% del electorado.
Claro está que para la segunda vuelta el maniqueísmo fue más fácil de manejar. Porque la candidata de los odios –frente al temor de la llamada izquierda– habría de aupar el desganado voto de candidatos considerados de ´derecha´.
Pero las cuatro encuestas post electorales que se han hecho, una incluso con sesgo partidario, han puesto en evidencia que tal maniqueísmo derecha/izquierda no existe en la magnitud y realidad que se le quiere presentar. Pues casi todas las encuestas coinciden –en cifras que bordean el 70%– en que la gente no quiere control de precios, quiere libre mercado, no quiere más burocracia y, menos, Asambleas Constituyentes. Quieren simplemente salud, empleo, educación, seguridad, cambios constitucionales puntuales dentro de lo previsto por la ley y oportunidades iguales para todos. Y eso no es izquierda, es simplemente reclamo por derechos fundamentales.
Para terminar de sacarnos de la cabeza 50/50 como sinónimo de derecha/izquierda, sumemos ausentismo, votos blancos y viciados y estaremos también corroborando que la tal oposición es maniquea.
Sí hay una oposición. Entre democracia, separación de poderes, libertades e igualdad de oportunidades para todos versus el yugo totalitario en cualquiera de sus versiones. Toca entonces ser vigilante y partícipe para que prime lo primero. Están muy cerca las elecciones regionales, provinciales y distritales 2022 como para que ellas se realicen con las instituciones y personas que nos legara el señor Vizcarra. Tarea impostergable del nuevo Congreso si lo que se busca es verdad y legitimidad en la elección de esas nuevas autoridades.
Ayer el señor Presidente de la República –en su mensaje a la Nación– ha intentado trazar los rumbos fundamentales de su Gobierno. ¿Coinciden estos con las expectativas y orientaciones políticas de los públicos-objetivos que participaron en la reciente contienda electoral?
COMENTARIOS