Juan Sheput
Renuncias y blindajes: entre la dignidad y la sinvergüencería
Nuestra democracia es una de las más precarias del mundo
En Gran Bretaña se llama intolerables a los dos días que demoró Boris Johnson en dimitir. Abrumado por las mentiras, la última de las cuáles buscaba proteger a un ministro cuestionado, designado por él a pesar de las advertencias, a Johnson no le quedó otra opción que anunciar su dimisión. El detonante fue la renuncia masiva de ministros y legisladores, que llegó a 60 funcionarios y causó, literalmente, la parálisis del gobierno. Ante ello Johnson renunció al cargo de primer ministro. Su propio partido, el Conservador, le había dado la espalda.
Por estos lares ya tenemos casi un año que se viene soportando la carga de escándalos que protagonizan el presidente Pedro Castillo y sus allegados. No solo se trata de ministros mal designados, sino de ministros con antecedentes penales e incompetentes. Algunos pintorescos, como Aníbal Torres, se la pasan destruyendo las posibilidades de entendimiento. También hay en el grupete de escándalo secretarios y amigas, cuñadas y sobrinos, y hasta la cercanía de un expresidente vacado por corrupción.
Por supuesto que nada de eso ha causado una renuncia. Ni un solo ministro se ha mostrado asqueado de lo que viene haciendo Pedro Castillo. No ha habido ni un solo alejamiento motivado por cuestiones éticas ni morales, ni de distancia con lo delictivo. Los ministros de Castillo se sienten contentos con su presidente, a tal punto que avalan sus acciones. Tampoco hay rupturas principistas en sus huestes parlamentarias. Se forman nuevas bancadas; pero eso sí, siguen comulgando con el oficialismo. Las rupturas las promueve el mismo Castillo.
Indiscutiblemente nuestra democracia no se asemeja en nada a la inglesa. Lo lamentable es que en el Perú el nivel de deterioro institucional no es visto con preocupación, sino que más bien se viene normalizando. Las acusaciones contra Castillo son gravísimas y en el Congreso ni se inmutan. Para muestra un botón. Ha sido grotesco observar ayer al ministro del interior Mariano González, en plena sesión informativa, sonriendo y bromeando con los parlamentarios. Ni un solo congresista le llamó la atención por ello.
Sin ninguna duda, se puede asegurar que el gran responsable de la situación que padecemos es el Congreso de la República. Su incapacidad para ejercer la presión política necesaria para despojar del poder a Pedro Castillo y Dina Boluarte quedará en los registros históricos como evidencia del daño que hace ser inexperto en política o simplemente hacerse de la vista gorda para conservar el puesto de trabajo, amarrarse a la curul. Esto último sería aún más penoso.
Nuestra democracia debe ser una de las más precarias del mundo. Sin ninguna duda. Aún estamos a tiempo de salvarla.
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