Carlos Adrianzén
Reenfocando el TLC
Los diez años del TLC con Estados Unidos
En primer lugar, llamemos a las cosas por su nombre. Lo que el Perú firmó con los Estados Unidos de Norteamérica se etiquetó como un Acuerdo de Promoción Comercial, acuerdo que además de desarrollar un esquema comercial variopinto incluyó otros planos de igual relevancia, como el capítulo referido a promoción de inversiones. En estas líneas quisiera referirme a las afirmaciones desarrolladas en este mismo medio el día de ayer por Oscar Schiappa-Pietra el día de ayer en este mismo medio.
En sus comentarios, el aludido concluye que “Resulta penoso que al cumplirse la primera década del TLC suscrito con Estados Unidos, la ocasión se vea empañada por nuestra incapacidad analítica para analizar… los impactos de ese importantísimo acuerdo comercial, y por la deplorablemente eficaz acción de las mafias de taladores ilegales …”
Emotiva conclusión, sin lugar a dudas. Cualquier lector podría digerirla con facilidad, sobre todo si se da en paralelo a una consistente campaña configurada por otros comentarios que cuestionan el aludido acuerdo con un entusiasmo carente de fundamento.
Pero vayamos al fondo del asunto. Evaluar la performance del mal llamado TLC en su primera década de vida. La mejor metáfora que se me puede ocurrir es la siguiente: imagínese construir con denuedo el casco de un edificio de treinta pisos y diez sótanos siguiendo las indicaciones legales y de ingeniería civil pertinentes. Pero luego se procede a abandonar inconclusos los acabados, no introducir ascensores, ni sistemas de seguridad, de ventilación y de aire acondicionado. Además de esto, vendiendo cada piso inacabado al mejor postor sin ninguna coherencia para asegurar condiciones de convivencia respetuosa entre los usuarios y propietarios. El resultado económico, medioambiental y arquitectónico del edificio será el de un cascarón abandonado o el de un desastre habitacional.
El Acuerdo de Promoción Comercial firmado por los gobiernos del Perú y los Estados Unidos de Norteamérica fue implementado el mes de febrero del 2009. En pocos días cumpliremos una década de su entrada en vigencia. Si bien en el periodo 2008-2017 el acumulado de la década del producto bruto interno por persona de los peruanos —en dólares constantes— ha crecido mucho —más que los de Brasil (20.8% por encima), de Argentina (23.6% por encima) o Bolivia (33.0% por encima) y otras naciones sudamericanas que, aplicando políticas económicas grosso modo similares, no tienen un TLC—, el impacto de este acuerdo no luce nada extraordinario, como pudo haber sido.
La explicación nos refiere a la metáfora. Las administraciones posteriores a García —Humala, Kuczynski y Vizcarra— no solamente han incumplido ángulos de lo pactado, sino que no han hecho nada relevante por elevar la competitividad transable e inversora local en aras a aprovechar el acuerdo. Por el contrario, han retrocedido, abaratado el dólar, encarecido la creación de puestos de trabajo, trabado y complicado significativamente el accionar de los negocios e inversiones en el país.
En este ambiente, por ejemplo, la percepción de la corrupción burocrática en el país nos llevó a escalar globalmente —léase regresionar— en el ranking elaborado por Transparencia Internacional, del puesto 40 en 1998 al puesto 97 el 2017. Así las cosas, el accionar medioambiental del Gobierno peruano, por ejemplo, no resulta una casualidad ni implica para nada la necesidad el cambio de rumbo solicitado por Schiappa-Pietra.
Respecto a su preocupación por nuestra rala producción intelectual al respecto —la evaluación de los acuerdos aludidos en sendas y minuciosas investigaciones—, voy a coincidir parcialmente. En primer lugar, para dilucidar los impactos —cosa que el artículo comentado acá no hacee— es necesario tanto dilucidar influencias (cuánto de la performance de la economía peruana se explicaría por otras variables y eventos) cuanto enfocar un período suficientemente largo para dilucidar impactos.
Agreguémosle a esta problemática un hecho concreto: en un ambiente de política económica como el de Humala, PPK y Vizcarra, el financiamiento a investigaciones de temas vinculados a libre comercio no es abundante. Simplemente no está de moda, aunque esto no justifique para nada la fundada inquietud de Schiappa-Pietra. Así las cosas, descartaría la esencia de su conclusión.
Lo que resulta penoso son nuestros retrocesos de política económica y el acelerado grado de deterioro institucional que hoy nos caracteriza. Ambos son los factores que explican por qué estamos desperdiciando tener reglas estables de comercio e inversión con la nación más rica del planeta. Y también se observa una deplorable acción burocrática combatiendo a las mafias de taladores ilegales, contrabandistas, etc.
De hecho el poco uso del Acuerdo de Preferencia Comercial aquí aludido es el reflejo nítido del cada vez menos gradual avance del populismo y las ideas socialistas mercantilistas características del período post humalista. Sí, a pesar de su buena intención, señor Schiappa-Pietra, su análisis es corto lógicamente. Requerimos tomar acciones de manejo, reforma de mercado y combate a la corrupción burocrática, orientados a crecer mucho más (captar inversiones) y aprovechar el aludido acuerdo.
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