Aldo Llanos
¿Qué quiere Dios de mí en nuestra crisis política?
Una invitación a los actores de esta coyuntura
Pareciera sencilla la respuesta, pero no lo es. Dios quiere todo mi ser, no solo una parte. Quiere todo mi tiempo y no que me reserve algo, con todo lo que soy y todo lo que tengo, siendo su querer el primer movimiento y no el mío.
En efecto, por más que nos afanemos en un sinfín de prácticas espirituales y busquemos construir una hermenéutica de nuestra crisis política, no debemos creer que somos nosotros los que estamos buscando a Dios en medio de la crisis, sino que es Él el que nos busca en medio de esta.
Por ello, podemos empezar a comprender que nuestras oraciones no son para que Dios solucione la crisis, sino para dejarnos encontrar por Él en medio de esta situación. No son para que las voces de las protestas se apaguen, sino para oír su voz en medio del ruido. No son para pretender amarle con una salida política salomónica, sino para dejarnos amar por Él en medio de la confrontación.
Independientemente de nuestras razones y experiencias políticas y del lugar al que nos hayan llevado, Dios nos quiere en su presencia. Ese es el lugar al que pertenecemos todos. Y no es un lugar moral. Todos nos hemos equivocado en el manejo de esta crisis. Moralmente habrá quienes estemos más lejos que otros frente a las leyes y el sentido común; sin embargo, Dios nos quiere a todos cerca de su corazón. Es una invitación a tener una intimidad con Él y para ello, no debe movilizarnos el miedo, sino el amor. ¿De cuáles de estas se ha partido para tomar las decisiones políticas, tanto del Gobierno como de las acciones de los manifestantes? Siempre debemos tener presente que el miedo solo genera más miedo, desconfianza, recelo y violencia, nunca paz.
Por lo tanto, Dios quiere que no tengamos miedo frente a esta crisis política, aunque nunca falten los agoreros de las calamidades de ambos lados porque no hay miedo que pueda superar su amor por todos nosotros. ¿Pero vengo de un pueblo olvidado en el corazón de los andes? Dios no te ha olvidado nunca (Gen 28:15). ¿Pero he sufrido racismo y menosprecio? Dios no te ha despreciado porque eres “la niña de sus ojos” (Zac 2:8) ¿Pero este gobierno carga con sesenta muertos? Cristo entregó su vida crucificado por todos en medio de dos asesinos, así como lo hace junto a nuestros propios asesinos internos.
El cristianismo no es puritanismo, Dios nos ama con nuestras luces y por nuestras sombras y no se asquea de estas, por el contrario, las acoge y las sana si se las entregamos sin ocultarlas. Por ello, si no aceptamos nuestras sombras mientras vamos señalando las sombras de los demás, será muy difícil que nos amemos como peruanos y construyamos un “nosotros” y menos dejarnos amar por los demás. Por ese camino, nuestros sufrimientos nunca se transformarán para hacernos crecer, sino, los multiplicaremos a nuestro alrededor buscando a quien hacer responsable de estos. Por ese camino, el Perú siempre será un país socialmente fracturado. Eso explica el por qué los actores de esta crisis, han buscado sentido en el poder vertical, en las fuerzas de la violencia y la destrucción y en las ideologías polarizadoras y polarizantes.
Sin embargo, nunca debemos olvidar que Dios no es simplemente un recurso más para paliar nuestra crisis política, sino, el único camino para vivirla y transformarla en fuente de peruanidad.
En ese sentido, bien vale la pena recitar la siguiente oración de Henry Nouwen para este tiempo de crisis y más aún si somos actores directos de esta:
Querido Dios:
¡Tengo tanto miedo de abrir mis puños cerrados!
Quién seré cuando no me quede nada a lo que aferrarme?
¿Quién seré cuando esté frente a ti con las manos vacías?
Por favor, ayúdame a abrir poco a poco mis manos
y a descubrir que no soy lo que poseo, sino lo que tú quieres darme.
Que así sea.
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