Eduardo Zapata
¿Qué pasaría si…?
Ejecutivo se enfrenta con la Policía, que lo protege cotidianamente
Rostro donde la creciente redondez subsume rasgos faciales anteriores. Ojos cada vez más pequeños. Palabras y narrativa de momentánea convocatoria para sectores de la población. Un guión. Un semblante donde se puede leer temor ante una narrativa de situación límite construida por los libretistas. Las palabras del actor principal siguen el libreto, pero su semblante expresa finalmente una asustadiza incertidumbre no acorde con las previsibles palabras y gestualidades.
La narrativa codificada por los libretistas lleva a una situación límite. A un extremo al que se llega en un determinado tiempo. Lleva a un punto de no retorno. Donde esquivando una reacción natural y de sentido común se pretende construir un semblante producto de una adhesión popular total pero –en simultaneidad– dejar la puerta abierta para el asilo. Allí está la llamada persecución política.
La narrativa resulta transitoriamente eficaz. Solo que libretistas y actores empiezan a sentir murmullos en el auditorio. Aun entre aquellos que habían sido convocados inicialmente como público de prepago; y gradualmente los murmullos se empiezan a sentir más entre el público convocado por la pura emoción de la identificación. A fin de cuentas la gente común también está en una situación límite y por el hartazgo ante una instancia confrontacional no deseada.
Es explicable el temor expresado por el semblante del actor principal. Las certezas que puede hallar este cuando actúa su papel acudiendo a palabras y gestos de sindicalista ceden gradualmente ante la evidencia de que la opinión pública masiva no es prepago ni se circunscribe a portátiles inmediatas o mediatas que han acompañado al señor Castillo hasta hoy. Y un montaje teatral para que sea eficaz no puede saber de rejas protectoras entre los actores y el público, y menos de crecientes fuerzas de seguridad que separan a esos actores y ese público.
Y es que el libreto que buscaba la adhesión plena, pero dejaba entreabierta la puerta al asilo, ha ido escalando hasta la transgresión del ordenamiento constitucional. Enfrentar verbal, gestual y fácticamente al Ministerio Público y al Poder Judicial mismo ha llevado la situación límite a un extremo que causa temor. Más aún cuando en el terreno de la supervivencia se ha pisoteado a la Policía Nacional, que es la fuerza de seguridad inmediata.
¿Qué pasaría si de pronto un buen día los 1,500, 2,000 o hasta 3,000 efectivos oficialmente uniformados, que suelen acompañar a Castillo en su contacto con él ‘pueblo´, se evanesciesen concertadamente? Si ayer ha habido ya asomos de agresión física, el retiro de las fuerzas policiales dejaría abiertas las puertas a conductas sociales nada deseadas. El montaje teatral caería con un final lamentablemente posible por la situación límite a la que se han llevado las cosas. Los libretistas podrán montar otra obra de teatro en otro lugar, pero el actor principal tendría que entendérselas con la realidad viviente. Razón de más para temer.
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