Darío Enríquez
¿Qué es lo que está pasando en el Perú?
Apuntes para una crónica de la ingenuidad en el país
El 30 de julio de 1985, el flamante presidente Alan García decretó la conversión forzada a soles de los certificados en dólares americanos que decenas de miles de ahorristas tenían en el sistema bancario. Lo hizo aplicando un tipo de cambio “oficial” (léase arbitrario) casi a la mitad del precio que la divisa tenía en el mercado. De un momento a otro, decenas de miles de ahorristas vieron evaporarse sus ahorros. Semanas antes de la elección, y durante el periodo de transferencia, García había asegurado que no afectaría en modo alguno a los ahorristas en dólares. Una vez perpetrada la confiscación de los ahorros, se le preguntó cómo así él había asegurado que no tocaría esos ahorros, García respondió sin ruborizarse: “En política no hay que ser ingenuo”.
El indulto a favor de Alberto Fujimori ocupa hoy el centro de la discusión política en un país que nuevamente ha mostrado que tiene una enorme reserva de sorpresa e incredulidad. Como entonces, hoy también el presidente Kuczynski podría responder lo mismo que García en 1985. Alberto Borea, en su comentado discurso de defensa de Kuczynski cuando la frustrada vacancia del 21 de diciembre de 2017, relativizó la mentira en política reduciéndola a un pecado “venial” o a un “descuido”. Hoy reclama vehemente e “indignado” (véase las comillas) que nadie le haya comentado que el indulto podría haber sido una mercancía de intercambio político. En palabra de Rosa María Palacios: “PPK no mintió, solo ocultó información”. Otro ingenuo.
La misma Rosa María Palacios, horas antes del indulto, afirmaba muy segura de sí misma y de su (falso) poder sobre las decisiones del presidente Kuczynski, que este le había dicho que no habría indulto para Fujimori. ¿Primero soberbia y luego ingenua?
Hoy sabemos que hasta tres miembros de la bancada oficialista han renunciado frente a la noticia del indulto. Ellos son Vicente Zeballos, Alberto de Belaunde y Gino Costa. Lo curioso es que ellos, habiendo sido siempre críticos de la (falsa) renuncia por fax de Fujimori en el 2000, hayan elegido renunciar por… ¡Twitter!
Lo que viene sucediendo en los últimos 17 meses es, en principio, producto de una distorsión en nuestra ley electoral. Una segunda vuelta tiene por objetivo realinear los acuerdos políticos para encontrar un punto de gobernabilidad, con reagrupamientos en el Parlamento y una validación por parte del voto ciudadano. Pero si un partido logra mayoría absoluta en el Parlamento no debería haber segunda vuelta para la presidencia, porque no hay realineamiento posible ni voto ciudadano que cambie allí la correlación de fuerzas. La inestabilidad de PPK tiene mucho que ver con los acuerdos de diversos colectivos políticos para impedir la llegada al ejecutivo de Fuerza Popular, pero sin que estos acuerdos definan un espacio de gobernabilidad, ni una agenda común y menos una mayoría en el Congreso.
Así, las dos izquierdas del Parlamento se declararon de oposición desde el primer momento, aunque apoyaron a PPK para impedir el triunfo de Fuerza Popular. Una de ellas, “sofisticada, blanca y costeña”; otra, “provinciana, cobriza y andina”. Estereotipos al mango. La izquierda “sofisticada”, paradójicamente, ha sido fundamental para el indulto a Fujimori. Aunque no reconozcan su triste papel en la votación de la vacancia, deben asumir su responsabilidad. Deberíamos hablar también de otros que apoyaron a PPK y hoy se rasgan las vestiduras por el indulto; como Lescano, Del Castillo y el tropel de Acuña. Incluso claman por la “demostrada incapacidad moral” en razón de un indulto que, a todas luces, ha sido usado como mercancía política. ¿Y el debido proceso?
Lo mejor para el Perú habría sido que PPK sea vacado y se dispusiera la sucesión constitucional, sin pensar que eso pueda o no beneficiar a alguien. De ese modo, los hechos y los principios se imponían. Pero no sucedió así y los que más critican son precisamente los que impidieron que se haga las cosas según hechos y principios.
Frente a los últimos acontecimientos de nuestra política, algunos invocan a PPK para criticarlo ácidamente, pero la mayoría le agradece. Así son los procesos históricos. Las últimas encuestas —que suelen ser hostiles al fujimorismo— hablaban de casi un 70% a favor del indulto. Justicia poética. Además de la maniobra de Kenji, la abstención de izquierda "sofisticada" el 21 de diciembre —el día de la frustrada vacancia— lo permitió. Lo que el (falso) relato de las izquierdas llamaba el Perú profundo y hoy desprecia, la "chusma" periférica, los “táper-lovers” es ese pueblo que celebra a las puertas de la clínica Centenario, donde Alberto Fujimori se recupera de una descompensación en su salud. Es el rostro del nuevo Perú que el odio no entiende, y contra el cual las izquierdas se muestran elitistas, "sofisticadas", discriminadoras y racistas (¡Táper, táper, táper!). Paradojas de la vida y una lección que no terminamos de aprender: el odio termina afectando más, mucho más a quien lo profesa.
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