Darío Enríquez
¿Qué es derecha popular?
En el Perú y el mundo, urbi et orbi
Es bastante cierto que hace medio siglo y algo más, no solo en el Perú sino en el mundo, el socialismo real representado por la Unión Soviética (la actual Rusia) y sus satélites ganaron una importante batalla mediática estigmatizando el término político “derechas”, tanto que se llegó al absurdo maniqueo de que “izquierdas” sea bueno y “derechas” sea malo. Todo asomo a una economía de mercado era inmediatamente tachado y desechado. Incluso en EE.UU y el Reino Unido los gobiernos creían que fijar precios de productos “esenciales” era su obligación y muchos países estatizaron ciertas industrias bajo el eufemismo de ser “sectores estratégicos”. Eran los años setenta y muchos desde las izquierdas se frotaban las manos porque el fin del capitalismo estaba cerca, mientras soñaban en que se cumpliría la promesa del tirano Fidel Castro, la de superar el bienestar estadounidense a fines de esa década. Fantasías animadas de ayer y hoy.
La Guerra Fría parecía tener un ganador inminente, y solo quedaba dilucidar la supremacía entre los dos grandes socialismos del momento: Unión Soviética versus China. Pero aparecieron Ronald Reagan en EE.UU. y Margaret Thatcher en el Reino Unido (¿por qué en izquierdas que se llaman feministas no hay liderazgos de ese nivel?). En muy poco tiempo revirtieron la grave crisis que se vivía en sus países; se enfrentaron a dirigencias sindicales de izquierdas, pero lograron apoyo de esas bases, de los propios trabajadores. Especialmente en el Reino Unido, Thatcher liquidó la hegemonía de izquierdas en sectores populares.
En los países desarrollados volvía a aparecer con fuerza una tendencia política que se alejaba del socialismo, que volvía a las ideas del libre mercado como condiciones de base para propagar prosperidad y progreso, minimizando la intromisión del Estado. Una derecha sólida, exitosa y con bases populares. Reagan gobernó EE.UU. entre 1980 y 1988. En 1989 cae el ignominioso Muro de Berlín, luego la estrepitosa implosión el mundo soviético y la conversión de China hacia el capitalismo, al menos en lo económico.
Mientras tanto en los trópicos, hasta hoy recordamos la inimaginable y encendida admiración expresada por César Hildebrandt, quien comentó el enorme salto dado en ese país superando la sombría década anterior. Lo hizo publicando en la primera época de la revista Sí (1987) un panegírico en el que se deshacía de elogios a los logros de Reagan, como si fuera un desavisado turista que visitaba por primera vez ese país de ensueño. Por eso no nos sorprendió verlo apoyar en mítines a Vargas Llosa entre 1989 y 1990, con vincha y banderita incluidas.
El proceso en nuestra América fue algo diferente, diría que en ciertos aspectos muy diferente. Como se ha mencionado muchas veces, tuvimos clase dominante pero no clase dirigente. Nuestro Perú nunca tuvo un norte y cuando se trató de darle esa orientación desde la política, se truncaron los intentos del presidente Leguía. El APRA desarrolló un sólido espacio popular y las izquierdas marxistas también, aunque en menor medida, pero ninguno con mayor incidencia en hallar nuestro rumbo hacia el progreso. A raíz del golpe militar de 1968 se inicia un proyecto integral de país, pero con lo peor del modelo socialista militarista autoritario. Al cabo de 22 años nos llevó a la espantosa crisis de 1990, porque una vez superado el periodo militar (1968-1980), ni el presidente Belaunde (1980-1985) ni el presidente García (1985-1990) fueron capaces de resolver la crisis y nos llevaron al fondo del abismo como país inviable.
Pero en los noventa, el feliz desmontaje del monstruo estatista abrió espacios inimaginables de libertad económica, que ya tenían fuerte sustento en ese desborde popular del que nos hablaba Matos Mar y ese otro sendero que describía Hernando de Soto. Junto al empresariado convencional que debió redefinirse lejos de la tutela estatal y competir o morir, emerge un empresariado popular dinámico, pujante y autónomo. Ser de “derecha” dejó de ser el innombrable “Voldemort”, asociado en su forma convencional al Estado en tantos eventos funestos de nuestra historia. Esa es una de las bases de la derecha popular en el Perú.
Pero no es la única. En los últimos años se ha hecho evidente una ofensiva cultural que desde siempre desplegaron las izquierdas, pero que se hizo más profunda y sistemática con el derrumbe del mundo soviético y la conversión de China: agendas de derechos de minorías étnicas y sexuales, animalismo, veganismo, ecologismo militante, feminismo de tercera ola, etc., todo bajo una fuerte ideologización anticapitalista y financiada tan abrumadora como absurdamente por ¡grandes capitalistas! Una reacción cultural viene desde esa derecha popular, que acoge buena parte de aquellas causas justas, pero rechaza el perfil anticapitalista y propone un enfoque humano centrado en la defensa de la vida como valor supremo, con la familia como núcleo fundamental de la sociedad. Esto es muy importante porque enfrenta y resuelve el grave riesgo “economicista” en que suelen caer proyectos que defienden la libertad, pero pierden de vista la preservación de valores socioculturales que pueden cambiar en el tiempo como parte de un proceso de evolución cultural y no por delirios de un “mesiánico” líder, siempre tirano.
Esto es “derecha popular” ¿Qué les parece?
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