PPK, Doe Run y Tía María

Una planta abandonada a su suerte por los dos últimos gobiernos

Ya sabemos que los problemas nacionales duermen el sueño de los justos y que el Estado no los atiende de manera oportuna. Es el caso del Centro Metalúrgico La Oroya, que desde el 2009 opera de manera parcial o está paralizado. Las discrepancias entre proveedores y la empresa Doe Run acabaron en Indecopi. Una Junta de acreedores decidió la llamada liquidación en marcha y subastas internacionales que no tuvieron postores interesados en comprar los activos de la empresa. Se dijo que la planta, construida en 1921, es obsoleta y que no cumple con los estándares de calidad, desconociendo todo lo que la ingeniería peruana trabajó en los llamados proyectos ambientales PAMA. Un ambicioso plan de modernización requiere una inversión de 800 millones de dólares en catorce años para trasladar la chimenea, nuevos hornos, completar el circuito de cobre y encapsular las operaciones, para impedir que un microgramo de dióxido de azufre escape a La Oroya.

Pedro Pablo Kuczynski, desde la campaña del 2011, estuvo en La Oroya y le prometió a la población y a los trabajadores de Doe Run que él sí resolvería el problema, que abriría todos los candados que impiden que vuelva a funcionar. Posteriormente ha declarado que está dispuesto a viajar a China para conversar con las autoridades interesadas en la fundición. Como sabemos, un consorcio internacional, liderado por la empresa china Eetac Syndicate, ha visitado en varias oportunidades la fundición para evaluar su compra. Perú no puede seguir perdiendo 500 millones de dólares por exportar solamente concentrados. Es hora de volver a industrializar esos concentrados para exportar cobre, oro, plata, zinc, plomo y otros metales valiosos extraídos de la inmensidad andina.

La Oroya votó mayoritariamente por PPK porque cree que él cumplirá su promesa, porque cree que reactivará la planta abandonada a su suerte por los dos últimos gobiernos. PPK ha dicho además que él mismo viajaría al valle de El Tambo para reunirse con la población para resolver los conflictos que detienen el proyecto Tía María. Al respecto, Alberto Ubillus —ingeniero vinculado al diálogo social con las comunidades andinas— dice:

Que un enfermo, dependiendo de su gravedad, debe ser auscultado por especialistas; y las recetas no son las mismas para todos los pacientes. Que los problemas que enferman el desarrollo minero, se evalúan uno a uno. Que, en el caso Doe Run existen denuncias en el exterior, deuda con los trabajadores y acreencias pendientes. En Tía María, bien valdría que el presidente de Southern y PPK, a nombre de la empresa y país respectivamente, presenten sus disculpas a la población como un gesto de acercamiento y empatía por la gran cuota de responsabilidad que tienen por toda la confusión social generada; que deben impulsar nuevas dinámicas de información y pactar firmemente un plan de desarrollo viable y sostenible que comprometa al Estado y a Southern.

Las cifras técnicas y económicas son frías, están allí y se muestran para quien sabe leerlas e interpretarlas. Los gestos políticos pueden apagar o encender esas cifras. Si PPK se compromete a resolver los conflictos mineros tiene un largo trajín de penetración social que no lo hacen ni los técnicos ni la política peruana; lo hacen los idealistas, quienes tienen motivos superiores a un sueldo y a un entorno laboral. ¿Tendrá PPK un comando de idealistas dispuesto a convivir con la minería?

Manuel Gago