Politización de la justicia

América se ha convertido en un “circo político”; el escenario cambia, pero la puesta en escena es la misma. Durante décadas la obra se reestrena una y otra vez, con pocos argumentos nuevos, y los resultados son los mismos: pobreza y falta de libertad. Tras bambalinas se discuten algunas premisas, pero el eje central del guion persiste: afán de poder. 

La lucha por el poder genera una rivalidad feroz entre grupos políticos, reflejada en la polarización de América, donde cada bando busca la destrucción del oponente y no una dinámica política saludable. No existen “adversarios políticos”, hoy los llaman “enemigos”, minando la arena política, la democracia y el estado de derecho. La polarización política ha llegado a niveles extremos. Las izquierdas, en su afán de consolidar su posición, propician discursos de odio, demonizando a los opositores, generando esa polarización que divide a la sociedad y socava la convivencia democrática.

Los grupos opositores, en respuesta, defienden sus posiciones con una dinámica que alimenta las rivalidades y profundiza la confrontación. La mutua hostilidad viene desencadenando una nueva "guerra fría", con bandos que se denuncian mutuamente, tácticas de desprestigio y difamación para debilitar al enemigo.

Pero la polarización no es el único problema. La politización de la justicia es una consecuencia de la persistente normalización de prácticas dictatoriales en la región, donde la separación de poderes ha sido socavada. Los grupos en el poder utilizan el sistema judicial como herramienta para perseguir a sus opositores políticos, debilitando la independencia del sistema judicial y haciendo peligrar el Estado de derecho.

La politización de la justicia se manifiesta con denuncias con motivaciones políticas de los grupos en el poder, entrampamiento que convierte a los procesos judiciales en herramientas políticas para perseguir a adversarios, en lugar de buscar verdad y justicia. Estas prácticas, convertidas en norma, son emuladas por muchas naciones, Norteamérica incluida.

La manipulación mediática agrava esta situación, con medios de comunicación que amplifican las rivalidades y la polarización, alimentando los discursos de odio. Las cortinas de humo buscan distraer la atención sobre problemas reales y la corrupción en el poder. El resultado es una erosión constante del Estado de derecho y la democracia. La confianza en las instituciones se va minando, y la oposición política, pilar fundamental de la democracia, está amenazada por la construcción de enemigos.

América está atrapada en un círculo vicioso donde el afán de poder y rivalidad entre grupos políticos genera solo decadencia. Los intereses personales y partidistas prevalecen sobre el bienestar de la sociedad. Los grandes empresarios mercantilistas y los nuevos representantes políticos comparten un enfoque similar: defender su parcela de poder y mantener sus arcas intactas, mientras el país y los ciudadanos son relegados.

Esta realidad es una llamada de atención urgente. Es esencial promover una cultura política basada en el diálogo, respeto y búsqueda de consensos. La construcción de enemigos políticos y la politización de la justicia deben ser combatidas para preservar la democracia y el estado de derecho en América. Los ciudadanos deben ser críticos, estar alerta ante la manipulación mediática y las prácticas que socavan los principios democráticos.

Debemos exigir un cambio de rumbo hacia una política basada en la transparencia, el respeto y el compromiso con el bienestar de la sociedad.