Hugo Neira
Paris agredido. Y riesgo del 2016
Sobre el candidato Acuña y los ataques terroristas en Francia
El sábado pasado la noticia era que la esposa del presidente confesaba como suyas las cuatro agendas. A la vez, el presidente al fin se decidía a convocar elecciones. Punto final a preparativos de golpe de Estado. Hubo conciliábulos y varias «gargantas profundas» que dieron el oportuno aviso. Ambas noticias resultan más que saludables. En la misma mañana estuve como invitado en una jornada psiconalítica. Flotaba en la audiencia el fantasma de los ataques terroristas en París, los 120 muertos, el «estado de urgencia». Fue una mañana singular. Situación nacional y el inicio de un largo conflicto.
Escuché esa mañana muchas cosas sabias y sensatas. En mi mesa el sujeto fue la sociedad peruana. Retengo una idea de Carlos de la Puente, filósofo, «la sociedad peruana es punitiva y sin embargo todo el mundo hace lo que le da la gana». Se refería al «chapa tu choro», a esas ganas de castigar y punir. En nombre de la buena causa, por supuesto. Luego, diserta sobre una costumbre que tenemos. El invocar la ética personal cuando se discute. Por ejemplo, ¿vas a votar por un corrupto? Yo no. O sea, mi ética es mejor que la tuya. De la Puente dice que eso no ocurre por el amor que le tenemos a la norma sino para decir «yo soy mejor que tú». ¡Un ejercicio narcisista! Revelador: se asoma el pasado inquisitorial. Octavio Paz decía «venimos de la Contrarreforma». En nuestros días, la conversación corriente y en redes, si es discusión se vuelve una disputa entre beatos. Cada quien con su teología a cuestas.
Sobre el 2016, coincido con Víctor Andrés Ponce, habla del «elenco». Eran tres ¿y ahora son dos? Keiko y PPK. Sobre Acuña empatado con Alan reviso la prensa. «Por los palos», de Fernando Vivas. «Lo veo crecer», yo también Fernando, con la diferencia que no me gusta para nada. Fernando Rospigliosi tiene un acercamiento crítico: «su receta no es secreta, usa descaradamente y sin complejos el clientelismo» (El Comercio). Y apelo a la clara opinión de Marcel Velázquez: «César Acuña representa la alianza del cinismo y el simulacro. Un exitoso vendedor de ilusiones educativas y sociales». Leo ahora a Julio Cotler, su descripción de Acuña me parece atinada hasta esta frase: «sabe usar la conectividad formal e informal». Lo siento Julio, discrepo. Lo dije en Caretas, «representa el máximo de la idea mercantilista». Y ahora añado: no encarna la conexión sino la destrucción de lo poco formal por la informalidad. La presidencia como una mercancía más.
Acuña puede ganar. Puesto que seguimos buscando un outsider. ¿Pese a la desilusión de varios gobiernos de aventureros? ¿Y se le recibe hasta con halagos cuando representa la indefinición generalizada? Si es eso, «que se lo coman todo y acabemos» (César Vallejo).
De París y los atentados —en un estadio de fútbol, en un concierto de rock– en lugares de convivialidad, no nos preocupemos más de lo necesario. Francia es una nación de guerreros (democráticos) que ha vivido feroces guerras y saldrá adelante. Preocupémonos del Perú tan cerca del abismo. Para mí Acuña es el mal mayor. Y no es la primera vez que tengo vaticinios que se cumplen, por desgracia. Por Humala dije que no votaba «ni con una pistola en la sien». Percibí su ambigüedad. Ahora en Acuña, la lumpenburguesía. La anomia victoriosa en Palacio. Este país sucumbe a la metafísica del dinero fácil. Su dinero ya está comprando talento. ¡Qué pena por Lay, un pastor! Por Beatriz Merino, tan inteligente y dentro de esa simulación de universidades bambas y de un Estado chicha. A diferencia de Humala, tiene algo que proponer. El billete. No es nuevo, culminará el desarrollo descendente. ¿Perú, agujero negro? Lo más probable, dice Carlos Meléndez, las candidaturas se pondrán a bailar apretaditos. Por mi parte, «el que sea» menos Acuña. ¿El poder en manos de la nada? Vamos a echar de menos a Humala y a Toledo.
Por: Hugo Neira