Eduardo Zapata
Para quienes quieran estudiar fuera
Nuevos caminos de realización profesional y humana
No soy de los que habitualmente firman cartas para estudiantes aspirantes a universidades extranjeras. Lo he hecho y hago, sí, pero cuando conozco integralmente al alumno, lo cual me permite salirme de las cartas adocenadas o de los formatos. Pero lo importante de esta nota es que a través de la simple observación y análisis de la oferta de postgrados que aspiran seguir los jóvenes, notamos una evolución allá y comprobamos qué lejos estamos nosotros de esa aspiración y del logro formativo deseado.
Me refiero a que las buenas universidades cada vez “obligan” menos al estudiante a un currículo rígido. Aquí: n cursos obligatorios (la mayoría) y algunos electivos; normalmente elegidos de la oferta de la misma facultad. Y ello ocurre en la carrera que fuere.
Todo lo contrario ocurre allá. El estudiante que postula a una Maestría en Economía y Políticas Internacionales —por ejemplo— solo tiene ¡tres o cuatro cursos obligatorios! Y puede llevar los cursos electivos que desee en la Facultad que desee. Es decir, cada quien arma su currículo de acuerdo a sus motivaciones e intereses. Lo va armando, además, en el camino. Y la universidad simplemente lo acompaña. ¿Resultado? El postgrado —en verdad— es un constructo personalizado y acorde al alumno y sus intereses. Y, lógicamente, acorde al “mercado” interno (su propio yo) o externo.
Esta constatación nos permite una reflexión sobre la “asfixia” a la que sometemos aquí al estudiante al imponerle currículos rígidos con cursos que no son de su interés y lejanos a lo que quiere construir. Con lo cual lo encerramos, lo parametramos y le restamos la libertad para abrirse y abrir nuevos caminos de realización profesional y humana.
En tiempos de veloces cambios, un estudiante serio descubre por sí solo —con una pequeña orientación— cuál es tanto su “movida” personal como las tendencias académicas y de mercado del mundo. Aquí, un grupo de “notables” (para usar un término de moda) decide por él lo que debe llevar para —siguiendo nuestro ejemplo— ser un especialista en Economía y Políticas Internacionales. Si alguien, entre nosotros, optase en esta especialidad por un curso de arte, sería toda una herejía. Olvidando —y lo cito al paso, como referencia— que un autor como Arnold Hauser en su maravillosa Historia social de la literatura y el arte sumerge ambos quehaceres y disciplinas en el contexto —político, social y económico— para explicar a los artistas. De donde la lectura resulta una epifanía. Obviamente, cuando sus profesores tienen el conocimiento y la cultura para despertarla.
A ver si nos olvidamos de los recetarios en la vida académica. De las “competencias y habilidades” y de las “mallas curriculares” (notemos la horrorosa connotación de captura y encierro que tiene la palabra malla). Prestemos, entonces, más atención a las motivaciones e intereses de los estudiantes. Porque de esas epifanías nace el conocimiento que hoy el mundo (y la gente) exige como valor agregado.
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