César Félix Sánchez
Panorama político para el 2021: el centro y la izquierda
Demagogia populista, volubilidad y radicalismos
¿Cuál será el panorama político para 2021? Aunque ponerse de adivino es un oficio difícil, presentaré mis pronósticos para las elecciones generales. Mi apuesta se orienta hacia una balcanización en la primera vuelta y una segunda vuelta entre Urresti (o alguien que se le parezca) y el etnocacerismo (o alguien que se le parezca). Ojalá que me equivoque. Pero ahora comenzaré analizando mis augurios en torno al centro y a la izquierda.
¿Cómo le irá tanto al centro moderno (Partido Morado) como al antiguo (Acción Popular) que se encuentran expectantes? El primero, aunque tuvo un serio traspié en las elecciones de enero y además asistió a la combustión espontánea de su candidato Guzmán, sigue siendo el favorito de los medios concentrados, del gobierno y de amplios sectores del poder económico, que lo ven como el único custodio del «modelo» pero con una fachada publicitaria de cambio y regeneración. Sin embargo, creo que sus posibilidades son ahora bastante modestas. Su base social de clase media sofisticada sigue siendo minúscula y desconectada del ethos nacional y sus émulos periféricos y provincianos, con el colapso económico, corren el riesgo de exasperarse y asumir posiciones más radicales. Sin embargo, el posible apoyo oficial descarado puede lograr impulsarlos.
En lo que respecta a Acción Popular, su perpetua crisis de identidad y la volubilidad grotesca que ha demostrado en este nuevo parlamento quizá dilapiden la fortuna relativa que les sonrió en enero. Raúl Diez-Canseco o Alfredo Barnechea, asociados a sendos cadáveres políticos (Toledo y García) y pecho-fríos redomados que carecen del espíritu entre épico y atrabiliario que las sociedades exigen de sus líderes en tiempos de crisis, no alcanzarían más que el solitario dígito porcentual de 2006 y 2016. Y solo si logran sobrevivir a la pugna cainita que se entablará dentro de poco en Paseo Colón. ¿Los provincianos, en torno a Lescano y Mesías Guevara, que controlan el aparato nacional del partido, podrían conseguir resultados diferentes? Tienen de su lado la cercanía con el gobierno (Mesías es uno de los más entusiastas vizcarristas del momento) y su demagogia populista podría cautivar a algunos radicalizados. Pero Lescano, que sería su candidato, tiene el suficiente grado de torpeza para autodestruirse en el primer mes de campaña. Y quizá el solitario dígito se convierta en un decimal.
La izquierda light de Verónika Mendoza, víctima de recientes cismas, y viniendo de una derrota reciente no creo que tenga un panorama halagüeño. Los vaivenes de su alianza con Cerrón, finalmente fracasada, han vacunado a la izquierda nacional contra ellos y, aún si logra producirse alguna coalición con otras fuerzas de izquierda menos light, nada garantiza que acaben ganando alguna fuerza sin enajenar sus apoyos iniciales. Porque en política, especialmente entre las izquierdas, hay sumas que restan. Probablemente, Nuevo Perú acabe disputándole con mucha dificultad algo del electorado, ya de por sí pequeño, del Partido Morado por el lado de la agenda de «género» y quizá repita sus resultados de 2020.
El Frente Amplio y otras fuerzas de izquierda no light se encuentran actualmente con la mirada puesta en el descontento masivo por el colapso socioeconómico. Sin embargo, la ausencia de un caudillo identificable y carismático –porque el carisma del padre Arana tiende a ser bastante abstracto- y la fuerte presencia del etnocacerismo en el sur andino más que seguramente contribuirán a su fracaso. En el interior del Perú, la izquierda vive, desde el fin del velascato, de un electorado prestado, de un electorado nacionalista, revanchista, militarista y autoritario. No por nada la única vez que la izquierda, como parte de una gran coalición, alcanzó por vía electoral el poder, fue de la mano de un militar nacionalista, Ollanta Humala.
COMENTARIOS