Darío Enríquez
Otro mito que cae con estrépito
¿Es verdad que un libro siempre es mejor que su película?
Este artículo no sólo está escrito en tono algo irónico, sino también en modo autocrítico e incluso autobiográfico. Por supuesto, esto último solo sería posible en ese mundo alterno en el que alguien se interese. Difícil pero no imposible. Vamos al punto. Es moneda corriente en círculos “educados” (véase las comillas) una conocida e inapelable sentencia cuando la historia que cuenta un libro de ficción es adaptada para su producción cinematográfica: “el libro, de lejos, siempre es mejor que la película”. Quien enarbola la frase siente elevarse por los aires con ínfulas de superioridad intelectual, mientras los “cinevidentes” deben aceptar cabizbajos ser portadores de tan mediocre opción.
Veamos. Hay un error de concepto elemental, básico y evidente: no hay modo válido de comparar un arte con otro bajo la premisa que uno de ellos siempre será “superior” al otro. Es absurdo pretender comparar literatura con cinematografía, aunque ambos compartan elementos tan similares, como texto y guion. Además, la valoración de cualquier bien que adquirimos —en este caso por ser de tipo cultural no implica excepción— depende del sujeto que lo consuma y su personalísima evaluación.
Sigamos. Si tanto se insiste en comparar, tal vez el guion cinematográfico tenga ventaja. Recordemos la frase: “Solo pude enviar una carta larga porque no tuve tiempo para escribir una más corta”, atribuida en diversas variantes a Cicerón, Blaise Pascal y Mark Twain, entre otros. También el dicho de Polonio en la pluma de William Shakespeare: “La brevedad es el alma del ingenio”. En ambos casos, cuando un guion cinematográfico logra capturar la esencia de la trama de una novela, haciéndola más breve, pero transmitiéndola como una unidad lógica, completa y satisfactoria, aquél superará a esta.
Un dato adicional. Algunos lectores seguramente conocen lo que vamos a referir, pero es posible que otros no. Muchos de aquellos que colocan una novela “siempre” por encima de su película, tal vez en más de una ocasión han aplicado la frase: “Ladran Sancho, señal que cabalgamos (avanzamos)”. Esta frase supuestamente proviene de la máxima ficción literaria española y es sin duda la “quijotada” más citada. Sin embargo, si buscamos en la obra maestra de Don Miguel de Cervantes Saavedra nunca la hallaremos; sí la encontraremos en el guion cinematográfico de la adaptación que Orson Welles hizo de ella. Se trata de “El Quijote de Welles” ¿Paradoja? Aparentemente, Welles toma la frase de un poema del alemán Wolfgang Goethe. También figura una frase parecida entre los versos de un poema del nicaragüense Rubén Darío.
No olvidemos. La revolución en tecnologías de la información y telecomunicaciones tiene en el séptimo arte un espacio privilegiado para su despliegue. Los espectaculares efectos especiales superan cualquier previsión. El Homo-Videns de Giovanni Sartori se encuentra plenamente en vigencia, y con él también las reservas que plantea Nicholas Carr preguntando: ¿Qué está haciendo Internet en nuestras mentes? Me permito compartir la inquietud, pero con un sesgo menos negativo. El ser humano del siglo XXI disfruta como nunca los frutos del avance tecnológico, y del mismo modo será capaz de enfrentar eventuales efectos perjudiciales. Eso esperamos.
Cerramos. Leer es un placer solitario, disfrute máximo de un lector ensimismado que se apropia del mundo mágico, misterioso e imaginario que propone el escritor. Excepcionalmente, puede ser una gesta colectiva. Por el contrario, el visionado de un filme suele constituir un ritual familiar, comunitario o social, y solo en ciertos casos se ejerce en solitario. Disfrutemos uno y otro sin complejos ni temores.
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