Javier Agreda
Oscar Wilde: cuando la vida imita al arte
El mayor dramaturgo británico después de Shakespeare
Con una vida accidentada e intensa, en la que conoció tanto los éxitos literarios como el desprecio y hasta la cárcel, el escritor Oscar Wilde (Dublín, 1854) destacó como autor en casi todos los géneros literarios: drama, novela, ensayo, cuento y poesía. Sin embargo suele recordársele más como el prototipo del dandy y el esteta, el artista genial y escandaloso que inspiraría a tantos imitadores, como nuestro Abraham Valdelomar. Recordémoslo nosotros como lo que fue: uno de los escritores más inteligentes y talentosos que ha tenido la lengua inglesa.
De familia acomodada, Wilde tuvo una educación verdaderamente privilegiada en el Trinity College de Dublín y el Magdalen de Oxford y ya en 1874 su poema Ravenna obtuvo el premio Newdigate. En aquella época se ligó al grupo de discípulos del escritor Walter Pater. El primer libro de Wilde, Poemas, fue publicado en 1881, año en el que inició un largo viaje por Estados Unidos y Francia.
A su regreso a Inglaterra comenzó a escribir sus cuentos más conocidos, reunidos en El príncipe feliz (1888), y la novela El retrato de Dorian Grey (1891) que lo hicieron un escritor reconocido aunque sumamente polémico. Convertido ya en un personaje público, Wilde escribió una serie de piezas teatrales que fueron exitosamente puestas en escena: El abanico de Lady Windermere, Una mujer sin importancia y La importancia de llamarse Ernesto.
En todas estas obras, la inteligencia y el sentido del humor de Wilde se lucen en frases ingeniosas y plenas de ironía, con las que critica costumbres, instituciones y toda la cultura de su tiempo. Basta abrir en cualquier página de sus libros para encontrar frases y diálogos satíricos e ingeniosos sobre temas tan diversos como el matrimonio, el arte, la acción política, el amor, y un largo etcétera. Pero siempre en un lenguaje elevado y amable, en el que las paradojas, los juegos de palabras y las sutiles alusiones demuestran el talento literario y la nobleza del autor. Para darnos una idea de la importancia de la obra de Wilde, recordemos que el prestigioso crítico Harold Bloom, lo consideraba como “el mayor dramaturgo británico después de William Shakespeare”.
En 1895, Wilde fue enjuiciado y encarcelado por prácticas homosexuales. Y aunque solo estuvo preso dos años (durante los que escribió su poema más famoso, La balada de la cárcel de Reading) la experiencia lo llevó a la ruina y a residir en Italia y Francia, en la mayor pobreza, los últimos años de su vida. Póstumamente se publicaría De profundis una extensa y emotiva carta en la que reflexiona sobre las personas y los “delitos” que lo llevaron a la cárcel. A 120 años de su muerte, lejos de los escándalos y prejuicios de aquel tiempo, la obra (y la vida) de Wilde es objeto de numerosos estudios y ensayos, y reconocida universalmente por su grandeza y originalidad.
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