Pedro Corzo

Ortega, otro enemigo de la libertad

En Nicaragua la izquierda se aferra al poder

Ortega, otro enemigo de la libertad
Pedro Corzo
14 de febrero del 2021


Un amigo, a quien no tengo el gusto de conocer personalmente, Américo Dario Gollo Chávez, en nuestro contacto epistolar semanal me envió un comentario que considero muy acertado: “No son las virtudes hipotéticas de la izquierda las que convencen, sino los pobres resultados de quienes ejercen el poder”. Una afirmación que debería servir de alerta a quienes aspiran a gobernar para que lo hagan mejor, porque la realidad es que cuando esa izquierda llega al poder –aparte de no resignarse a perderlo, aunque el pueblo lo demande– gobierna peor que sus predecesores y sabe aferrarse al cetro hasta el último colmillo. 

Un ejemplo es la Nicaragua de Daniel Ortega. Supuestamente la victoria sandinista iba a resolver todos los problemas que la dinastía de los Somoza, después de décadas de gobierno, había sembrado en el país. Lamentablemente no resultó así. La dictadura fue derrocada, pero se instauró otra mucho más absorbente y controladora que cualquier experiencia previa de los nicaragüenses. 

El partido de gobierno, el Frente Sandinista de Liberación Nacional, es un coto privado de Ortega y su familia. La organización está bajo su absoluto control, y por eso ha sido elegido reiteradas veces como candidato a la presidencia de la República, cargo que ocupó entre 1979 a 1990. Y que recuperó en el 2007, con solo el 38% de apoyo popular, gracias a la maniobra electoral que concertó con el ex presidente Arnoldo Alemán, en la que primaron los intereses de ambos, aunque el más favorecido fue el comandante sandinista. 

Ortega, es un sobrante de la Guerra Fría. Recibió entrenamiento militar en Cuba. El gobierno de la isla, al igual que la extinta Unión Soviética, fueron sus aliados más firmes, lo que lo convierte en el único residuo de la Guerra Fría en el poder. Sin embargo, el Ortega gobernante, dista mucho de ser el comandante guerrillero que decía luchar por la democracia y el bienestar del pueblo nicaragüense. Traicionó todas sus promesas; nada nuevo, si evocamos la Cuba de los Castro y la Venezuela de Hugo Chávez. 

La realidad es que el derrocamiento de una dictadura o de un régimen corrupto, aunque haya sido parte de una gestión democrática, no garantiza la instauración de una sociedad más justa ni una generación de líderes probos en el poder. Ejemplos sobran en la historia, siendo el más contundente el derrocamiento de Fulgencio Batista en Cuba y el establecimiento en la Isla de un régimen totalitario que corre apresuradamente hacia los 63 años de desgobierno. 

Ortega en Nicaragua –al igual que Nicolás Maduro en Venezuela, Rafael Correa en Ecuador y Evo Morales en Bolivia– difiere del modelo ortodoxo castrista porque gusta “limpiarse”, gestión imposible, de las mugres morales que genera una dictadura convocando a elecciones en las que concurran varios partidos políticos. Por supuesto, luego de haber establecido una dictadura institucional que les garantiza el control absoluto del Poder Judicial y de las autoridades electorales. 

La izquierda mandante en Cuba, Venezuela y Nicaragua –estrechamente vinculada al crimen organizado, al extremo que se puede decir que son una misma entidad– siempre está gestando mecanismos de control que someten cada vez más a los ciudadanos. En eso, el Orteguismo no descansa. En la actualidad la dupla Daniel Ortega y Rosario Murillo acaba de inventar una “Ley de Agentes Extranjeros” que restringe todavía más los derechos de los ciudadanos. Al extremo que el Pen Club de Escritores Nicaragüense, filial del Pen Club internacional, se vio obligado a cerrar sus operaciones en el país, al igual que otras oenegés de prestigio internacional. Razón por la cual diferentes organizaciones de iguales características, como ha sido el Pen Club de Escritores Cubanos en el Exilio, han expresado en comunicados su repudio a esta legislación sandinista. 

La presidenta del Pen Club de Nicaragua, Gioconda Belli, dijo que habían informado al Pen Internacional sobre la situación que enfrentaban y recordó que ya en 2018 “el Ministerio de Gobernación se negó a extenderles la certificación para continuar operando como organización no gubernamental (ONG), a pesar de que tenían sus documentos en regla”. Las dictaduras se fortalecen con leyes y decretos, a la vez que fuerzan alianzas para sobrevivir. En consecuencia, la libertad está en peligro de extinción, y hay que defenderla.

Pedro Corzo
14 de febrero del 2021

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